Aunque no esperaba publicar hasta enero, aquí estoy atendiendo a la súplica de las musas que hace unos días me regalaron esta reflexión como última inspiración del 2023 y un preámbulo de bienvenida al 2024.
El cosmos es una bella danza, donde la energía cósmica marca el compás y los astros bailan cadenciosamente entre sí.
Cada átomo del universo emite un sonido particular único, y en conjunto producen la más bella sinfonía, que seremos capaces de escuchar si estamos viviendo un momento de gozo almico potencializado.
Dentro de todo ese vasto universo que danza a la perfección, está el planeta Tierra, el cual consideramos nuestra casa, pero que es más bien una posada temporal.
La vida vegetal y mineral surgieron en este planeta, se nutren una a otra con respeto y danzan juntas haciendo su labor de limpieza y equilibrio.
Los animales y el hombre vinieron de algún otro lugar y sin darse cuenta le han hecho perder el compás resultando ardua la labor de la naturaleza para mantener el equilibrio.
Esto porque el reino animal es menos respetuoso y hasta cierto punto muy egoísta.
Tanto los humanos como los animales son depredadores por excelencia, se apropian de un hábitat y marcan territorio para establecer su poderío y ejercerlo sin importar qué o a quién dañan.
La naturaleza goza de perfecta armonía, sólo los animales y el ser humano parecen no encajar, lo cual me confirma que no pertenecemos a este bello paraíso terrenal, estamos aquí de paso.
Y si estamos de paso aquí
¿Por qué tanto empeño en poseer y ese apego a lo terrenal? ¿Por qué no podemos vivir en armonía y paz, compartiendo lo que nos han prestado?
Observen la imagen superior
¿Acaso las montañas se pelean con los ríos, los árboles, las nubes y la lluvia?
No, sólo existe armonía entre ellos, y de vez en cuando se turnan para hacer cierto trabajo de limpieza y reforestación, de transformación ecológica evolutiva.
Precisamente para ese trabajo de transformación evolutiva pasamos una temporada en la tierra, pues esta con su generosidad y sabiduría nos puede ayudar a lograrla con más rapidez, pero ojo, algo ha salido mal y a los humanos se nos fue la mano y la cabeza a pique, hemos querido prescindir de esa ayuda creyéndonos superiores a ese medio ambiental en el que nos desenvolvemos.
El llamado progreso industrial ha provocado situaciones caóticas en la naturaleza, como por ejemplo la lluvia ácida, que entre muchas otras cosas más, ocasionadas por la insensatez y ambición del hombre, perjudica a toda la diversidad de vida en el planeta.
Causamos daños casi irreversibles al medio natural que nos acogió, pero a pesar de todo el daño infringido, la Tierra no morirá, como ya dijimos ella hace su trabajo de limpieza y transformación evolutiva, se reinventa cada cierto tiempo, pues es aquí donde pertenece y nada ni nadie podrá arrancarle su semilla de vida, aunque tarde en regenerarse, lo hará.
Los humanos, queriendo llevar la delantera y ganar, lamentablemente seguimos perdiendo a diario, y se nos acaba el tiempo en la Tierra para lograr nuestro objetivo principal, la evolución consciente y permanente.
La pregunta obligada sería entonces
¿A dónde es que pertenecemos los seres humanos, cual es nuestro origen?
Bueno, pertenecemos al reino animal sin dudas, pero
¿De qué recóndita galaxia vinimos?
¿Hacia dónde iremos luego de fallidamente sucumbir como especie en la Tierra? ¿Tendremos la misma forma física terrenal?
En este 2024 quizás encontremos respuestas válidas, o al menos nos acerquemos un poco a la verdad si prestamos más atención y profundizamos en nuestra existencia dejando de ser superficiales y egoístas.
Busquemos la manera de encajar, de afinar nuestra sinfonía y danzar al compás de la vida y su armonioso latir porque también somos parte de esa danza universal, es solo que perdimos el ritmo y danzamos a lo loco, a la deriva, unas veces con agresividad, otras veces lento y mayormente sin cadencia, por eso la danza resulta desproporcionada y agotadora, para nada relajante y armoniosa...
Tratemos de que la estadía terrenal no resulte demoledora, más bien que nos sea de utilidad, esto lo conseguiremos siendo colaboradores, introspectivos, comprensivos y agradecidos, mostrando respeto al entorno, a los demás y a nosotros mismos.
Que el nuevo año nos abra bien el tercer ojo para transitar con sabiduría los caminos a explorar, que entendamos de una vez por todas que esos caminos son internos, la naturaleza nos lo muestra, la fortaleza y belleza está en el equilibrio entre lo interior y lo exterior.
Bienvenidos al 2024, un año que nos trae muchas esperanzas de cambios a nivel energético y espiritual, y ojalá también a nivel mental y emocional (humano), dándonos la oportunidad de hacer ese salto de consciencia, elevar nuestro potencial telepático y entrar en una dimensión en la que podamos prescindir del cuerpo físico terrenal.
Que la dicha y el gozo envuelva vuestro Ser.
Esta antigua reflexión guarda similitud "Danzando con la vida"
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