Hace unos días me topé con esta frase de Rabindranath Tagore, dice lo siguiente:
“Qué pequeña eres brizna de hierba. Sí, pero tengo toda la Tierra a mis pies”.
Es una frase que nos pone a reflexionar a fondo, por un lado, en la grandeza de tener lo necesario y mucho más, y por otro, en la responsabilidad de cuidarlo como muestra de agradecimiento, respeto y condescendencia.
La frase también nos lleva a pensar y cuestionar, al menos a mí... ¿quién está a los pies de quién?
¿Será cierto que la tierra está a nuestros pies y merced, o será lo contrario?
¿La tierra nos pertenece o nosotros le pertenecemos a ella?
¿Podemos hacer algo sin contar con su favor? ¿Puede ella hacer cosas sin contar con nosotros?
¿Nos necesita la tierra para vivir? ¿Se alimenta de nosotros? ¿La necesitamos nosotros para hacerlo? ¿Nos alimentamos de ella?
¿Es la tierra 100% autónoma y libre de hacer lo que quiera?
¿Lo somos nosotros? ¿Quién está a expensas de quién?
¿Hasta cuándo la tierra soportará nuestros abusos y torturas?
En este contexto claramente veremos las respuestas, ojalá valoráramos lo que gratuitamente teníamos y por ambición, empezamos a cobrar y pagar por ello.
Les invito a hacer el siguiente ejercicio de visualización.
Imaginen que la tierra fueran partes segmentadas en pequeñitas porciones de vida y que el conglomerado humano fuera un todo, un enorme y gigantesco cuerpo humano del tamaño del planeta.
Luego visualicen que esas pequeñas porciones de vida nos agujereen con todo tipo de perforaciones tal cual lo hacemos (nos martillen y golpeen con fuerza en la construcción de sus casas, industrias, etc.), que nos perforen hasta que hagan brotar la sangre de nuestro interior (como hacemos en busca del petróleo), que rompan nuestros huesos y se alimenten de nuestras entrañas (como cuando talamos los árboles, eliminamos los bosques y praderas, extraemos el material de los ríos, los minerales de las rocas y minas), que por ser abundantes dan la impresión de que no se agotarán, y que nos sigan torturando sin importarle, aún viendo cómo nos vamos desmejorando y entristeciendo.
Además, imaginen que esas pequeñas porciones vivan peleando entre sí por ser dueños absolutos del gigante humano y causando más daño con su ambición desmedida...
Si fueron capaces de hacer esa visualización sintiéndose parte de ese gigante humano al que estaban torturando sin piedad, de seguro que sintieron algún fuerte dolor, tristeza o llanto y hasta rabia interior por lo que nos estaban haciendo a nosotros...
Si fue así, hagan una pequeña introspección y lleven esas generalidades a las pequeñeces que a diario hacemos y que de alguna manera causan daño también.
Entonces, pregúntense si de verdad lo estamos haciendo bien, si merece la pena ese calvario que estamos viviendo y haciendo vivir, porque en este teatro de la vida moderna, todos sufrimos por una cuota también.
Alardeamos que descubrimos el fuego frotando dos piedras, pero la tierra lo produce por sí sola, arde por dentro del volcán, y con la sequía los bosques se encienden, pero se regeneran y renuevan pasado el tiempo.
Los fenómenos naturales son su manera de podar, limpiar, sacudir y anular los excesos y las deficiencias, los malestares y las cargas pesadas que solo le restan vida y brillo. No la cuestionemos por eso, ella estuvo primero aquí y de seguro no contaba con nuestra invasión y exterminio.
La tierra y toda la naturaleza que la conforma es un ser tan vivo como el humano, que siente y padece, con derecho absoluto a deshacerse cuando lo desee de nosotros, porque nunca le hemos reportado ningún tipo de beneficio, sino todo lo contrario, daño, y a pesar de los pesares, todavía nos conserva aquí.
Generosa, amable y amistosa es ella, que se complace con ofrecernos un hermoso paraíso y vernos felices.
Con un pequeño cambio de pensamiento y actitud, lograremos un gran cambio en el entorno que se reflejará en el mundo…
P.D. Esta entrega guarda relación con otras tantas que he escrito en el blog. Deseo con todo mi corazón que esta toque alguna fibra sensible de cada ser que la lea y comparta, en especial de aquellos que no consideran al planeta como un generoso ser vivo, dueño de si y de toda su vasta extensión.
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