jueves, 23 de febrero de 2023

Naturaleza humana

Hace días me topé con este imponente árbol, me emocioné al ver el entramado de sus entrelazadas raíces exteriores, me deleité ante su esbeltez y la belleza de su tronco tan peculiar, su conjunto deja ver el tiempo que lleva ahí, repleto de historias para contar… 

Sentí una necesidad imperiosa de tomarle un par de fotos con mi anticuado celular, y aquí están, me fue imposible abarcarlo completo desde la distancia a la que estaba, que era muy cerca de él. 






Este, como tantos otros árboles, es parte de la divinidad de mi tierra, sus raíces parecen serpientes queriendo llegar al tronco, pero no son más que fuertes ramas rastreras que le dan la fuerza para sostenerse y seguir erguido, al igual que se la dan las ramas aéreas para soportar el soplido del viento sin derrumbarse.
Admirarlo, me llevó a pensar que así somos nosotros, los humanos, somos raíces de un mismo árbol y nos conectamos e interactuamos para mantenerlo en pie. 

El árbol que conformamos los seres humanos, en el que cual serpientes nos movemos sigilosos, nos aglomeramos y hasta nos peleamos por mantenernos arriba, queremos que nos vean y admiren, porque nos hace sentir útiles o importantes… Lleva por nombre “Ambición”, y tiene una gran variedad de frutos, unos comestibles y jugosos que nutren el cuerpo y la mente, otros venenosos que enferman el alma, pero que lucen más apetitosos aún, ya que se camuflajean entre los otros luciendo tentativamente atrayentes. 

Lamentablemente casi siempre caemos en el engaño y nos alimentamos, o mejor digo, nos mal nutrimos con los frutos venenosos, y más tarde, cuando a veces no hay un antídoto para remediarlo, nos damos cuenta del error.
No quiero decir que ambicionar sea algo nocivo, lo que digo es que centrarnos en la ambición (esa que deslumbra), aferrarnos a ella como fuente de la vida, es perjudicial y adictivo, provoca nuestra infelicidad.

Hace poco leí la siguiente frase, la cual encierra una gran verdad y realidad:

“Nos pasamos la vida deseando miles de cosas que creemos necesitar, cuando en realidad las cosas que verdaderamente necesitamos nunca nos faltarán”.

Como bien lo dijo Gandhi, “La tierra proporciona lo suficiente para satisfacer la necesidad de cada hombre, pero no su codicia”.



Para terminar, dejo este fragmento del libro de James Allen titulado “Como un hombre piensa, así es su vida”, que está en el último capítulo, identificado como, Serenidad.

“Aquel equilibrio de carácter que nosotros llamamos serenidad es la lección final de la cultura; es el florecimiento de la vida, el fruto del alma. Es precioso como la sabiduría, ha de ser más deseado que el oro – sí, más que el fino oro. Cuán insignificante se ve quien sólo busca el dinero en comparación con una vida serena – una vida que mora en el océano de la Verdad, por debajo de las olas, fuera del alcance de las tempestades, ¡en Eterna Calma!”


Comparto el enlace a una anterior entrada del blog que trata el tema de la ambición. 


I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

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