Empezaré por decirles que mi signo zodiacal es capricornio, que pertenezco al elemento tierra, y que además, según mi codificación de colores (la cual me hicieron hace muchos años ya), con relación a mi físico facial, soy otoño,
(http://www.mujeresymadresmagazine.com/paleta-color-estaciones/), así que no es casualidad que me sienta atraída por el color otoñal de la tierra, el marrón, el cobre y el dorado.
Aunque les confieso, que a pesar de esa gran atracción, mis colores favoritos son el azul y el violeta, pero me encantan los colores de mi estación, me decanto por ellos, por imágenes como esta que les muestro a continuación, imágenes otoñales, donde el bronce, el marrón y el dorado prevalecen.
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Por cierto me encantan los alces, son tan elegantes.
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A pesar de toda esta realidad que les cuento, nunca he podido ver y apreciar personalmente esta estación, en mi país vivimos en un eterno verano, que en cierta época tiene rasgos primaverales, por las flores y el canto de las aves tan marcado, y otras veces tiene rasgos otoñales, por el soplo tenue de la brisa fresca, y la menor incidencia de los rayos del sol; los rasgos invernales nos están vetados por completo. Pero el lado bueno de esto es que en cualquier época podemos ir al campo, al río o la playa y pasear al aire libre con ropas ligeras, algo que muchos desearían poder hacer.
Aunque todavía deseo ver nieve como una de mis prioridades antes de partir, (estuve en N.Y. esperando el 2015, salí dos días antes de una fuerte tormenta de nieve, ¡Uf que alivio!, quería ver nieve pero no tanto así), como comprenderán también me encantaría visitar un país en otoño, pasearme por entre los árboles y sentir el crujir de las abundantes hojas caídas y secas, tirarme sobre ellas y ver a mí alrededor ese paisaje dorado, bronce, anaranjado y marrón, además sentir la brisa fresca y fría que bese mis pies, mi rostro, que azote mi cuerpo y me obligue a llevar un abrigo ligero.
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¡Uhmm! Me imagino pasando unos días aquí.
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Me hace mucha ilusión ver el otoño, quizás sea hora de hacer planes en serio y preparar ese viaje a algún lugar, ya que se aproxima. Y hablando de otoños debo tocar también otro aspecto que hace alusión a él, se trata del otoño de la vida. Esa etapa en la que empezamos a declinar y a presentar algunas limitaciones, el preámbulo de la vejez, del invierno de la vida. Tiempo de reflexionar y repasar nuestras actuaciones y nuestro sentir, qué logramos y que nos falta por hacer, reevaluar nuestras prioridades y nuestra escala de valores, nuestros anhelos y los viejos amores…
Este otoño ya aflorado a mi vida, las primeras en anticiparse fueron las canas, al principio las traté de disimular, pero qué más da, en realidad nunca me preocuparon, así que les di la bienvenida y las dejé estacionarse en mi cabeza y que luzcan glamorosas.
Luego llegaron los indeseables calores, y definitivamente se quedaron, y las libras de más, que bastante trabajo me ha dado soltarlas, han cedido, pero quedan algunas de más (aunque no soy gorda, pero siempre fui muy delgada).
En los inicios de este otoño se recrudecen los achaques, el insomnio, la nostalgia…, pero también aumentan las ganas de libertad, de hacer eso que postergamos, de ser auténticos sin importar ya el qué dirán, de soltar…, y vemos la vida de una manera diferente, más calmada, más sensata y concienzudamente. Experimentamos cambios de humor, de apariencia, de pensamientos, de gustos…, de vida.
No en vano pasan los años y nos vemos en la necesidad de aprender de ellos lo mejor.
Hay que apreciar la vida y sus diferentes etapas, vivimos la primavera, los primeros 25 años, donde crecemos y florecemos, el albor de la vida, luego el verano, los segundos 25 años, donde aprendemos y fermentamos lo aprendido, al calor de la vida. Al llegar el otoño, los terceros 25 años, nos sentimos frescos, deshojados, desnudos y liberados. Desprovistos de poses, reflexionamos y maduramos, nos mantenemos conscientes y firmes en nuestro propósito, con la cabeza en alto y disfrutando lo esencial de la vida. Finalmente nos sorprende el invierno, aun con bríos y gusto por la vida, por explorar otras emociones, conectamos con la fuente de la sabiduría divina y nos hacemos más sabios, y con paso lento, a veces satisfechos, otras arrepentidos o avergonzados, y mayormente resignados, nos vamos haciendo viejos, preparándonos para marchar, y cualquier día nos vamos temporalmente, hasta que estemos listos para volver y repetir este ciclo todas las veces que lo amerite.
Si amigos, he sabido apreciar y
aprovechar esas dos primeras etapas ya
vividas, con sus alegrías y sin sabores, postergado algunas cosas, pero
realizado y disfrutado la mayoría de las que me propuse, y el otoño me ha
guiñado un ojo y me ha enamorado y acompañado por casi 8 años, ya lo conozco, y
debo reconocer que me gusta su compañía, que hacemos una linda pareja, me ha sorprendido
todo lo que me ha revelado, y ha traído consigo, tantas claridades, alegrías, complacencias
y serenidades, además de un gran gozo interior y un gusto por otro tipo de
realidades, de amores, de bienestares…, de deleites espirituales, de esos que
lo llenan todo y dejan esa sensación de plenitud, de dicha y entrega
incondicional, esa convicción de amarlo todo y ser amada, de saber que estoy
haciendo lo que debo hacer, que voy por el camino correcto, el que debo y deseo
transitar, por ese sendero que me llevará al encuentro con la única verdad y
realidad, con mi esencia pura, fundida con la eternidad.
Deseo y espero poder realizar este anhelo
de fundir este otoño que conozco y tránsito, con ese otoño que desconozco y me
gustaría palpar; que el plateado de mi pelo se funda con el dorado otoñal, que
el color ámbar de mis ojos se funda con el color cobrizo del otoño y que el
marrón de mi piel y el de la tierra, se unan en un abrazo fraternal, que seamos
dos otoños fundidos en uno solo, soltando, dejando fluir y ser, cambiando y
transformándonos, evolucionando a la par.
I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente.
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