En muchos libros de auto ayuda nos topamos con ese “Yo soy”, para hacernos ver quienes en realidad somos, o mejor dicho, quienes no somos, para llegar a saber quiénes Somos y concluir que simplemente… “Yo soy”.
En una de mis recientes caminatas vespertinas, que son para mí una verdadera meditación y comunión (de hecho es mi forma de meditación), pude percibir y entender con claridad ese “Yo soy”.
Mientras caminaba en franca observación del entorno y de mi propio yo, como algo instintivo, fui declarando que: cada árbol y cada persona que cruzaba, cada ave que cantaba y volaba, el cielo, las nubes y el hermoso sol en su atardecer, el mar azul que ofrece una grandiosa y agradable vista, la deliciosa y fuerte brisa de la tarde (que me impulsó a abrir los brazos como queriendo volar)…, en fin, cada cosa en particular y todo el conjunto en general, que tan atentamente observaba y me observaba a mi misma mirando, eran “Yo”, o sea, “Yo era ellas y ellas eran Yo”, mejor dicho, “Yo soy ellas y ellas son Yo”…, siempre en el presente.
Enseguida se me hizo la luz y me dije: “!Ah!, a eso se refiere el famoso “Yo soy”, a la presencia del Ser, de cada Ser, en cada cosa que existe, en cada Ser”.
Yo estoy (Soy) en cada cosa
y cada cosa está (Es) en mí. “Yo Soy” cada Ser y cada Ser “Soy Yo”.
Parece un trabalenguas pero
está más claro que el agua. Es la prueba fehaciente de la eternidad del Ser, de
la vida eterna, de esa Esencia siempre presente e imperecedera que pulula,
respira y existe por doquier. No es que todos "Somos Uno", si no que más bien "Somos Uno en todo".
Esa revelación es la
maravilla, la fuerza, el poder y la grandeza de la existencia misma, esa que
somos todos, y cada una de las partículas que conforman el Universo finito, el
cual se expande hacia el infinito en busca de cada “Yo Soy”.
I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente.
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