La siguiente frase, fue publicada por un amigo bloguero en una entrada de su blog “Relatos Oscuros”:
“No somos más que muertos haciendo cosas de vivos, y al tomar conciencia de ello, morimos”. Me hace pensar en la veracidad de este enunciado, y me lleva a recordar que hace varios años subí una entrada titulada “Mil maneras de morir”
En ella dejé plasmadas estas palabras “No le pertenecemos ni a la vida ni a la muerte, ambas se disputan nuestra pertenencia, pero en realidad somos hijos de la eternidad, de la libertad de espíritu, jugamos a estar muertos estando vivos y nos vanagloriamos de estar vivos siendo unos simples muertos”. Esa última parte en negritas, va de la mano con la frase de Federico Rivolta, y con la estrecha relación que hay entre la vida y la muerte, o sea, ambas coexisten en un mismo cuerpo y a la par.
Me van a excusar la comparación que voy a hacerles, pero eso es tan cierto que por esa razón debemos higienizarnos a diario, de lo contrario saldrán a relucir nuestros rasgos mortecinos, ustedes me entienden, si no lo hacemos con frecuencia, apestamos por todos lados.
Una vez escuché en un hospital, de boca de una enfermera que curaba una quemadura profunda a un paciente, la siguiente expresión: “Tanto que nos la damos y privamos, y no somos más que un saco de porquería y podredumbre”, quizás suene muy feo, pero estarán de acuerdo que es una palpable realidad. Pensar que ese cuerpo que tanto ostentamos y cuidamos, está más muerto que vivo, da grima, pero si lo descuidamos, no duraría mucho tiempo sin colapsar.
Ahora bien, eso es referente al cuerpo físico, pero ¿Que me dicen de la otra parte que en realidad somos?, la no palpable, la incorruptible, el cuerpo astral o espíritu, ese que sabemos que no necesita higiene, ni atenciones y cuidados... ¿Creen que también está muerto? O por el contrario, ¿Es lo único vivo que tenemos y gracias a él es que estamos vivos?
Antes de responderse estas preguntas dejemos algo en claro, cuando hablo de vivo, no me refiero a un ente que se mueve y respira, me refiero a algo más sustancioso y trascendental que eso, me refiero a aquello que es capaz de transformarlo todo y transformarse a sí mismo también. El cuerpo físico tiene esa capacidad, también la tiene la mente humana, pero por encima de todo eso, está ese ente pensante o consciencia que sobre pasa toda fuerza natural, visible o invisible.
Aquello que es capaz de crear y recrearse sin ningún tipo de ayuda o medio visual, esa energía que somos y no se destruye jamás, ese cuerpo astral o espíritu, esa misteriosa, impalpable y poderosa consciencia energética, es lo que me lleva a asegurar que somos hijos de la eternidad.
También hace unos años publiqué otra entrada "Todo está vivo", relacionada con la vida y la muerte, por si la quieren leer.
No les voy a abundar más en el tema, se los dejo de tarea, pero si quiero compartirles lo siguiente:
Con motivo de mis participaciones recientes en los retos de David Rubio en su blog “El Tintero de oro”, me he puesto últimamente muy creativa, y una fuerza interior me ha instado a escribir algunos relatos que he llamado “relatos de prueba”, aquí voy a dejar uno de ellos, que sin saber porqué vino una noche a mi mente, después de haberme topado con la imagen que coloco a continuación.
El recuerdo de esa imagen me hizo levantar de la cama y darle forma a las ideas surgidas, al día siguiente lo terminé, le agregué a la imagen esas palabras, y preparé otra imagen más.
Satisfecha lo dejé reposar, y para mi sorpresa en el momento en que estaba redactando el contenido de esta entrada, me ha guiñado un ojo, dándome una señal. Y ya ven amigos lectores las causalidades de la vida, ha encajado a la perfección con esta reflexión que he redactado tan solo tres días después de esa noche, en que me instó a escribirlo.
Aquí les dejo el relato, espero les guste.
Tenía algo urgente que hacer y ni siquiera la lluvia iba a impedir que lo hiciera, así que tomé un paraguas y salí decidida y apresurada.
La noche era muy oscura, pues a pesar de haber muchas luces encendidas predominaba la oscuridad. Los gatos y las aves estaban al acecho, todo parecía que me observaba, la noche, los árboles, las lámparas..., y hasta la misma lluvia parecía colaborar con aquel siniestro panorama. Pero a mí nada me detendría, había tomado ya una decisión, y armada de un desconocido valor, acudí a su encuentro.
Allí estaba, la reté airosa, dueña de la situación. No se esperaba esta reacción, por mucho tiempo le mostré mi lado débil, quedó sorprendida, se sobrecogió y retrocedió un poco.
Nos miramos por primera vez fijamente a los ojos, los suyos apagados, con una nube gris de mortandad, y en ellos pude ver reflejado el brillo de los míos, deslumbrantes, llenos de ansias de vivir.
Nos quedamos así por un instante que me pareció una eternidad, desafiando nuestras miradas, a la lluvia y a la misma oscuridad. De pronto bajó la cabeza con aire de derrota, y lentamente se alejó. No dijo nada, ni siquiera un inevitable hasta luego.
Yo canté victoria muy pronto, a pesar de que llovía con más intensidad y sabia que no me debía mojar, me deshice del paraguas, lo lancé con alegría al viento y dejé que la lluvia me mojara, bailaba y saboreaba ese momento con aires de superioridad...
Perdí la noción del tiempo, pasaron dos horas o algo más, hasta que un sórdido trueno me hizo estremecer y me devolvió a la realidad, estaba completamente empapada, sentía escalofríos y empecé a toser sin parar, de repente caí sin fuerzas al suelo, y en ese preciso instante escuché su risa triunfal, entonces lo comprendí, su actitud derrotista era para elevar mi ego, con su humilde aparente retirada, me tendió una trampa y caí inocentemente en ella.
No me podía levantar, la lluvia seguía causando estragos en mi frágil cuerpo, temblaba y lloraba en silencio ante mi imposibilidad de gritar. La noche, cómplice como todo lo demás, aguardaba y callaba, solo era cuestión de esperar un rato más.
Me tumbé en el charco de agua, la lluvia comenzaba a amainar, cerré los ojos, medio dormida entendí que cuando te llega la hora, todo se confabula para hacerlo realidad. No hay manera de vencerla, me engañó y fui yo misma quien su propia tumba cavó.
Lentamente abrí los ojos, la lluvia había cesado y empezaba a aclarar, un nuevo día se acercaba, pero para mí, ya no había despertar. Cerré los ojos nuevamente, después de todo no era tan malo morir, y sonreí, pues pude vislumbrar que una nueva y hermosa vida empezaba a aflorar. FIN
Lo titulé “Cita con la muerte”.
A veces caminamos inconscientemente hacia ella y salimos a su encuentro sin saberlo, y no es que seamos necios, es que algo nos dice que se acerca la hora y nos atrae hacia ella. Otras veces, a fuerza de adrenalina o a pura desesperación emocional, la desafiamos a adelantarse, pensamos, total, de todas formas algún día será. Pero como decía mi adorada madre “Nadie se muere en la víspera”.
Ese final del relato nos deja ver con claridad, que aunque la muerte siempre nos atrapará (al menos mientras usemos un cuerpo material y corruptible), también siempre la venceremos y resucitaremos a una nueva vida. Que no necesariamente se manifestará palpable en este plano dimensional, pero será imposible lograr que desaparezca definitivamente de la existencia universal.
Estamos vivos y también estamos muertos, lo importante es que siempre estamos, esa energía se mantiene latente, día tras día, y vida tras vida, en permanente existencia...
Somos hijos de la eternidad, y somos un fractal de esa Consciencia Universal Total, que todo lo conoce y lo sabe, que todo lo mueve y lo puede, que todo lo resucita y lo transforma... que todo lo Es.
No le temas a la vida y mucho menos a la muerte, vive con confianza y alegría y muere con esperanza y gozo, ambas son caras de la misma moneda, “Tú”, que eres un fractal de la Nada y del Todo.
I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente.
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