Se dice que ya todo se ha inventado, todo se ha dicho y hecho, que no hay nada nuevo bajo el cielo. Que todo es cíclico y lo que fue, volverá a ser de nuevo.
Los seres humanos tenemos tendencia a imitarlo todo, incluso es así como empezamos nuestro aprendizaje. Repetimos lo que escuchamos y vemos desde los primeros meses y años de vida. Como esponjas absorbemos todo nuestro alrededor con tanta curiosidad y atención, que no hay mejor edad para el aprendizaje, pues estamos vacíos de conocimientos, etiquetas y prejuicios de este plano existencial terrenal. Aunque afloren recuerdos de vidas anteriores y sabiduría ancestral heredada, nos van moldeando con cada gesto, acción e imposición.
Hace unos días me topé con la siguiente frase
“Si desde el inicio nos contaran que en la infancia se define la salud mental de un adulto… entonces seríamos más sensibles, pacientes y amorosos al hacernos cargo de sus vidas…”
Cuánta razón hay en estas palabras, pues es allí en la cuna, incluso desde el vientre, donde la criatura empieza a formar su carácter. Sus luchas, sus miedos y sus aprendizajes se enfatizan en esos primeros años.
Y precisamente en ese tiempo es cuando menos nos tratan con consciencia plena, obviando nuestra inteligencia y emociones, doblegando nuestros gustos y preferencias, dándonos menos importancia y respeto del que merecemos como futuros pensantes que formarán parte del colectivo humano social. Es por eso, entre otras cosas, que todos o casi todos cargan con un niño interior insatisfecho, reprimido y temeroso, y en algunas ocasiones temiblemente rencoroso y vengativo.
Actualmente muchos padres sienten a los hijos como una pesada obligación, como un impedimento para salir adelante profesionalmente, y vivir las libertades de la modernidad, por lo que muchas veces delegan en otros la mayor parte del cuidado, cariño, educación y atención de sus hijos.
Otros padres, lamentablemente ya son muchos, los perciben como un pasatiempo o un trofeo del cual presumir en las redes sociales.
Hoy en día, el trabajo es lo que ocupa su prioridad y no han sabido o no han querido ponerle límites y priorizar la vida y educación de sus hijos.
Sumado a estos, existe un gran número de padres irresponsables, por lo que muchas veces los hijos se sienten solos e incomprendidos, van a la deriva a la espera de un alma caritativa que le regale de su tiempo y ternura, que se vista de paciencia y amor y les preste atención. Mientras, navegan en una pantalla de celular o una Tablet entre juegos y sabe Dios qué otras cosas peligrosas en busca de compañía.
Y pensar que todas estas actitudes son mayormente imitadas en masa, tiempos modernos se dice y se sigue actuando como veletas de la sociedad, imitando todo sin pensar en las consecuencias que se vienen detrás.
“Hoy proviene de nuestros pensamientos de ayer, y nuestros pensamientos actuales construyen nuestra vida de mañana: nuestra vida es creación de nuestra mente”. Buda.
Hagamos un alto a tanta ignorancia y tratemos de pensar por cuenta propia, el mundo está muy necesitado de ese privilegio que hemos dejado a un lado por comodidad, siguiendo la corriente enfermiza de la actual sociedad.
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