Se titula “Oído” y dice así:
"Una vez oí lo siguiente. Dos hombres iban andando por una concurrida acera de la zona comercial del centro de la ciudad. De repente uno de ellos exclamó « ¡Escucha el bello canto de ese grillo! ». Pero el otro no lo oía. Preguntó a su compañero cómo podía detectar el canto de un grillo en medio de aquel bullicio de gente y de tráfico. El primero, que era zoólogo se había preparado para escuchar las voces de la naturaleza, pero no dijo nada. Se limitó a sacarse una moneda del bolsillo y dejarla caer en la acera. Acto seguido una docena de personas se puso a buscar a su alrededor.
– Oímos – dijo – lo que queremos oír..."
Hasta aquí lo dejo, siguen unas cuantas líneas más resaltando que somos tan pobres que solo el dinero nos estimula...
En los inicios del blog, compartí una entrada “La sub–utilizada capacidad de escuchar”, está enfocada en la falta de escucharnos y prestarnos atención unos a otros, solo queremos ser escuchados y no somos capaces de escuchar a los demás.
En esta lectura que les compartí más arriba, se trata de oír y prestar atención a los sonidos que nos rodean a diario, y resalta lo encerrados que estamos en nuestra propia música de miseria, en nuestros intereses que no van más allá de lo insulsamente económico.
También voy a aprovechar la ocasión para traer a colación otra entrada que hace unos años compartí "El canto de la naturaleza", no les tomará mucho tiempo leerla si gustan hacerlo.
Estos largos días de cárcel domiciliaria, a la que estamos sometidos una gran parte de la población mundial, nos han hecho ver que lo que nos molestaba a diario, era una compañía agradable, que nuestra insufrible agitación y estrés cotidiano, hoy no tiene ningún sentido ni protagonismo, y que de casi todo eso podemos prescindir, pues no es muy relevante, desde luego no hablo del derecho de movernos a libertad...
Ahora, la soledad, el silencio, esas ganas de hablar de cerca con las personas, de abrazarlas..., son nuestra compañía, y los deseos de salir a disfrutar de la vida y la naturaleza, son nuestro mayor anhelo. Algunos tenemos el privilegio de estar juntos en familia, pero otros están muy distanciados, nos están vetadas todas las cosas que desdeñamos y ahora valoramos y anhelamos como locos.
Ni siquiera podemos afirmar en qué momento la vida se volvió metálica, superflua e insulsa, poco apasionante y gratificante, nunca pusimos el oído y prestamos atención... Se fueron masificando, globalizando y mecanizando, las emociones. Los sentimientos se volvieron insípidos, fingidos; empezaron a estorbar, y desapareció la magia y el encanto. La hiperactividad cercenó la sensibilidad, el ser humano se volvió tosco y agrio, nos aturdimos, el romance pasó de moda, se convirtió en lujuria, manipulación, miedo y posesión. La educación de los hijos se convirtió en un problema mayor, pasó a ser una máquina tragamonedas de azar, los intereses materiales tomaron el control y el dinero, ocupó el lugar del amor.
Pero a pesar de eso, la música de la vida, la naturaleza la sigue tocando y sigue siendo hermosa, aunque no le prestemos atención ni la escuchemos, nunca dejará de sonar armoniosamente.
Si nos retiráramos a un lugar apartado en comunión con la naturaleza, lejos de la cuidad o del bullicio mental, notaríamos ese concierto hermoso que diariamente nos regala junto a ese maravilloso panorama visual. ¡Cuánto daríamos por hacerlo ahora!
En algún momento no fuimos capaces de conformarnos con toda esa belleza, no solo que no nos conformamos, sino que además quisimos callarla y anularla, ya no era por necesidad de cobijo, era por mero ego y ambición, pero no nos saciábamos, pedíamos más y más, pues en nuestro interior seguíamos insatisfechos, ya que nunca pudimos crear o imitar esa bella música, lo que muy en el fondo sigue atormentándonos.
Pues aquí lo tenemos, ese más que tanto propiciamos, nos ha llevado a menos de la cuarta parte de lo que se nos regalaba, ahora tenemos que trabajar como esclavos, y por el momento, atenernos al encierro y quién sabe a qué más... Estamos en sus manos.
Mientras podamos hacerlo tratemos de oír y escuchar, de vivir el momento por completo, no escuchemos solo el ruido de la moneda, sino lo que en verdad nos provoca gozo en el alma y nos llena de plenitud, no de esclavitud.
P.D. Mi mayor interés es crear consciencia de nuestros actos dañinos e irresponsables, para tratar de remediarlo, y en lo sucesivo, evitarlos por el bien del planeta y toda la humanidad.
Esta entrada fue publicada en el periodico El Caribe:
https://www.elcaribe.com.do/2020/05/02/oimos-o-no/
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