No me caben dudas de que la evolución es real, palpable, y que conlleva tiempo, no me conformo con ninguna teoría a secas, soy gente de agua, así que el agua siempre estará de por medio, y si forma ondas y burbujas mejor aún.
Para confirmar que somos acuáticos, nuestro cuerpo es más agua que cualquier otra cosa, al igual que el planeta, y a mí el agua me emociona, me satisface, me enamora y me hace inmensamente feliz.
Esta es una de las teorías del orígen humano, pero el de dónde procedemos, el cómo y el cuando, la verdad no me interesa saberlo ni discutirlo, ni siquiera el por qué, lo relevante es el para qué estamos y lo que hagamos con eso.
Es un hecho que antes de nacer permanecemos unos nueve meses dentro de una especie de burbuja, flotando en su interior. No sé si esto tenga que ver, pero se dice que vivimos dentro de una burbuja y no hay dudas de que en ella metemos o dejamos entrar a quienes amamos y nos son necesarios sus afectos, o a quién nos plazca tener a nuestro lado, y como no hay cabida para muchos, todo lo demás queda fuera de ella.
Lo que amamos y somos, está dentro de esa burbuja, es nuestro mundo, lo que mayormente nos satisface y ocupa. Las cosas que están fuera pero cercanas, o sea, que nos rodean y están a la vista, nos afectan y preocupan, y todo lo que se nos escapa de la visión, que sabemos lejano, tiende a no ser importante porque creemos que nunca nos llegará a rozar y quebrar nuestra burbuja (el virus actual rompió ese esquema).
Alguna vez se han preguntado ¿Porqué cada cual vive enfocado en su entorno y todo lo demás le resulta vago, lejano o indiferente? Solo damos cabida a ciertas personas en nuestro interior, aquellas con las que compartimos afectos o hacia los que nos sentimos atraídos o con una especie de conexión muy especial. Tenemos un círculo de interacción reducido en cuanto a emociones fuertes y verdaderas se refiere, todo lo demás es superficial y temporal, cual si fuera un espejismo, y dichas relaciones son más de relleno y a veces hasta poco significativas. Desde luego esto es aparte de la familia, familiares y los amigos entrañables.
Somos un conjunto de burbujas, parecidas pero diferentes a la vez, todas flotando libremente en el aire, tratando de no colisionar, pues sabemos que aunque somos fuertes, nuestra burbuja es débil, al primer choque desaparecerá, y es mejor estar protegido dentro, que expuesto afuera. Aunque no comparto esa opinión, es el móvil que nos han implantado para mantenernos supuestamente a salvo, y que por miedo o por convicción propia, una gran mayoría sigue.
Pero si miramos a fondo en el interior de cada burbuja, solo veremos energía en movimiento, y en ella podremos apreciar el miedo o el valor, el odio o el amor, la amargura o la felicidad..., según las emociones, fluirán las vibraciones energéticas, con diferentes tonalidades, trayectoria y velocidad de movimiento, atenuando o aumentando la presión interior. Si miramos de esa manera, no encontraremos diferencias de razas, estaturas, religiones o ideologías políticas..., solo veremos un eterno vibrar que cambia con frecuencia, pues nada permanece igual o inamovible.
Cada cual crea su propio mundo, lo defiende y trata de sostenerlo y mantenerse a salvo, por eso cuesta más entender el de los demás y ceder. La empatía o la generosidad de valorar cada mundo ajeno, creado con el mismo anhelo y amor que creamos el nuestro, cada día escasean más. El punto no es como sea ese mundo, si no más bien cómo lo percibimos y si sentimos la necesidad de defendernos de él.
Si todo fuera tan diáfano como esta burbuja, de seguro no tuviéramos necesidad de temer.
Pero todo es tan confuso como esta otra burbuja, y no hay manera de saber apreciar su contenido. Su brillo ciega y su impresionante velocidad nos infunde pavor.
Nos protegemos y encerramos en una burbuja pues tenemos miedo a lo desconocido, a ser desestimados y vencidos, tememos a todo aquello que creemos perfecto y nos desmoraliza la autoestima, pues lo sentimos superior a nosotros, de ahí las desavenencias y la envidia, y a veces hasta la hipócrita adulación.
El problema es que no acabamos de entender que todos somos burbujas salidas del mismo frasco de agua de jabón, que estamos hechos de lo mismo y tenemos los mismos derechos de flotar libremente y hacer nuestras propias piruetas, de elevarnos hasta donde podamos, y sucumbir con dignidad, gracia y belleza.
Al llegar, cada especie pasa por un proceso evolutivo muy parecido, ya sea corto o largo supongo que debe ser igualmente doloroso, pero estamos aquí, lo superamos y salimos a camino a pesar de transitar un sendero riesgoso y peligroso, y al menos tratamos de hacer lo mejor que podemos mientras llegamos a la meta deseada, y ese debe ser el móvil principal, transitar la vida con valor, alegría y gozo y partir satisfechos, con dignidad.
Si es cierto que salimos del agua hace millones de años y nos transformamos en lo que somos hoy, es muy probable que nos volvamos a transformar y regresemos a ella...
No olviden que todo es cíclico, así que lo mejor es estar preparados y ante todo (por decirlo así) aprender a nadar, a sacar la cabeza y respirar, y a dejar también respirar a los demás, que ya sabremos nuevamente respirar bajo el agua, poco a poco iremos perdiendo masa muscular hasta convertirnos en una sola célula de nuevo, y allí permaneceremos por miles de años más, bañados por las aguas de la vida y la eternidad.
P.D. Se que las teorías del origen de la vida y del hombre son muy variadas, desde Adán y Eva, Darwin, Lamarck, Russel Wallece, Lyell, Mendel, los extraterrestres, etc. Cada cual se apega a la que más le hace sentido, pero creo que aún estamos muy lejos de saber la verdad, la ciencia se hace aguas y las religiones se ahogan en ella.
Lo ideal es romper esa burbuja mental nosotros mismos, salir a mostrar nuestra verdadera esencia y Ser lo que somos, sin importar nada más.
Un extracto de esta entrada fue publicado en el periódico El Caribe:
https://www.elcaribe.com.do/2020/08/01/entre-burbujas/
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