Muchas
veces en nuestras relaciones interpersonales atraemos a los iguales o a los que
tienen más afinidades con nuestra forma de ver y sentir la vida, otras veces
atraemos a los opuestos, a los que en aspectos importantes y relevantes para
desenvolvernos adecuadamente, son contrarios a nuestros puntos de vista y
personalidad, ya que además de servirnos de espejo (nos muestran las áreas que
necesitamos trabajar) también conseguimos temporalmente equilibrarnos
mutuamente hasta que logremos una mayor armonía del ser.
Al principio
es duro y difícil reconocer y aceptar que las faltas que les atribuimos, en
realidad las tenemos nosotros, pero si usamos nuestra sabiduría interna y
aceptamos el aprendizaje, el cual se establece de manera recíproca, ambas partes
resultarán beneficiadas.
En ocasiones siento que ese opuesto no siempre es nuestro espejo
actual, si no que viene siendo una especie de proyección y recreación de una de
nuestras vidas anteriores, quizás muy reciente, y solo viene a mostrarnos lo desagradables
y dañinos que resultamos ser para las personas con las que nos relacionamos. Es
como una especie de recordatorio:
-Ya
fuiste eso, ya lo superaste y no eres eso, pero estas muy cerca de volver a
serlo, evítalo.
Aunque no queramos admitirlo, estas sombras de vidas anteriores
nos persiguen y asoman en el subconsciente. Ya que estuvieron muy arraigadas en
nuestra personalidad, o muchas veces incluso hasta pueden estar codificadas en
nuestra genética espiritual, ser parte de nuestro ADN espiritual.
Igualmente
siento que no siempre una enfermedad en esta vida sea consecuencia de una
actuación de esta misma vida, puede ser secuela de alguna vida reciente, de una
honda herida que no tuvo tiempo de cicatrizar y se vuelve a abrir para
recordarnos que no le hemos puesto atención, que el problema sigue pendiente y
no es bueno postergarlo más, o nos recuerda que fuimos los causantes de graves
males que no tuvimos la oportunidad de enmendar y esa enfermedad es la manera
de aceptar nuestra cuota de responsabilidad y perdonarnos por eso.
Otras
veces ocurre que no estamos sintonizados con alguien determinado y no podemos
ver su luz, esa luz que siempre tenemos todos, y visualizamos a esa persona en
la oscuridad, hagamos lo que hagamos y haga lo que haga, la seguimos viendo así.
La causa podría venir de una vida anterior en la que esa alma nos hizo daño y
la identificamos con dolor y resentimiento, ya que no le perdonamos su proceder,
eso hace que la veamos sumida en las sombras aunque no sea esta la realidad, no
hemos sanado esa historia aún y mientras no lo hagamos nuestra alma seguirá
empañando esa visión, y el espíritu se sentirá traicionado y atado a esa
situación y repetiremos esa experiencia una y otra vez en diferentes personas
hasta que sanemos esa herida.
Las cuestiones del alma son difíciles de
borrar y sanar, porque para lograrlo hay que empezar desde cero con un alma con
la que es muy probable que llevemos muchas vidas enlazadas ya. Es por eso que
muchos casos de grandes tragedias, enfermedades graves, circunstancias extremas
de vida, amores imposibles etc., son una especie de prueba autoimpuesta para de
alguna manera enmendar nuestros graves errores, cometidos en otras vidas por
falta de amor, respeto y consideración. Se le suele llamar karma o deuda espiritual.
Lo cierto
es que la sombra muchas veces suele ser más auténtica que lo que la produce. La
probabilidad de proyectar internamente nuestra verdadera sombra, es la misma
que la de proyectar externamente nuestra verdadera luz, solo hay que ser auténticos
y sinceros con nosotros mismos.
Es cuestión
de almas nobles ser la sombra de su luz, y cuestión de almas puras ser la luz de su
propia sombra.
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