La vida siempre
será una fuente inagotable de conversaciones, escritos, debates, charlas,
películas y un largo etcétera. Hablar de ella resulta interesante y excitante,
más que hablar de los enigmas de la muerte. Su tema es ilimitado,
diversificado, entretenido, polémico, gastado y nuevo, simple y complejo a la vez, pero más que todo
inevitable. Es curioso y morboso, rico en matices y aromas, sonidos y
silencios, sabores y sin sabores, hallazgos y aprendizajes, certezas, contradicciones
y ante todo dudas, predominando los ¿Por qué? y ¿Para qué? ya que cada
descubrimiento genera una enorme cantidad de interrogantes.
Esta tiene tres
etapas fundamentales:
1. Un inmenso pasado, lleno de historias y recuerdos
difíciles de memorizar, pero que todos sin excepción llevamos grabado en
nuestro código genético y del que no nos podemos desprender.
2. Un corto presente, alegre o tormentoso, que casi
siempre nos pasa tan rápido y fugaz que no nos detenemos mucho a analizarlo y
vivirlo de lleno y luego lo añoramos con ansias o aborrecemos de por vida.
3. Un inquietante
y ambicioso futuro, incierto y
misterioso, que inevitablemente nos espera a la vuelta de la esquina hasta que
la muerte nos venga a buscar.
¿Y qué ha de ser de la vida? Esta pregunta cuya
respuesta encierra muchos enigmas, actualmente resulta más compleja que en
cualquier otra época, ya que últimamente esta tiene un significado más ambiguo
y difícil de codificar y encasillar en este solo vocablo, “vida”, ahora debe
llevar apellido o cambiar su significado tradicional, porque estamos demasiado
identificados con él y hoy muchas cosas han cambiado rotundamente.
La pregunta retumba en las sienes de la mayoría
¿Y qué ha de ser de la vida?, con tantos descubrimientos y experimentos
letales, tanta interferencia y manipulación genética, tanta ambición, irrespeto
y desamor.
La respuesta más sensata es el silencio, para
no caer en el error de pronosticar y describir algo tan incierto e
indescriptible como el futuro de la vida, de la hermosa e invaluable vida, y
durante ese compás de espera en silencio, mantener vivas las esperanzas de
poder revertir todo ese daño. Poner nuestro grano de arena y tener buenas
expectativas aunque se vislumbren nefastas, sería lo mejor, no olvidemos que la
fe mueve montañas y el poder de la intención es desmedido.
Si la pregunta la hacemos de manera personal y
no globalizada, o sea, si la hacemos de forma individual, la cambiaríamos así:
¿Y qué ha de ser de mi vida?
En este caso la respuesta es menos compleja
(fíjate que no dije más sencilla), depende primordialmente de ti y de las
decisiones que tomes, aunque no debes olvidar que indirectamente estarás
influenciado por las decisiones de los demás, recuerda que compartimos un mismo
planeta y estamos entrelazados y conectados entre sí, con el propósito de
sentir un mismo latir y danzar en la misma sintonía.
Estas respuestas individuales vienen a dar
respuesta a la pregunta global, la vida tomara el curso de la mayoría, aunque
en apariencia los menos tengan el control, al final mayoría es aplastante y
definitiva, por eso no desmayes ni reniegues de tus principios morales y
filosóficos si sientes que poseen un buen fundamento y tienes el apoyo de las
masas, aún estas no tengan el control, tarde o temprano lo tendrán y todos
debemos luchar para ver llegar ese día en que triunfe la unión y el amor, la
esencia pura de la vida.
Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente.
Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe:
http://www.elcaribe.com.do/2015/10/27/correo-los-lectores
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