Generalmente se
acostumbra decorar las paredes de las casas con cuadros, lo cierto es que esta
es una tradición muy antigua, desconozco su data y cuál sería su finalidad en
sus orígenes, hoy día existen muchas razones valederas para hacerlo, ya sea por
costumbre o creatividad, para dar belleza y realce, por razones culturales,
decorativas y protocolares, etc.
La motivación que recibí para escribir esta entrada me la dieron unos cuadros que tengo en la casa y que me encanta mirarlos, pues cada vez que lo hago me transporto al paisaje y vivo una refrescante y grata experiencia allí, por eso quiero compartir mi punto de vista sobre el objetivo de colocarlos en las paredes.
Pienso que más que todo lo dicho anteriormente, es más bien una cuestión de contraste, de romper la monotonía y darle un poco de vida y la oportunidad de expresarse a los fríos o calientes muros de la casa o edificación, ya que cada cuadro habla un idioma diferente y nos regala un atractivo especial que se le impregna también a la pared y a la estancia donde este se encuentre.
Pero debemos tener cuidado si queremos lograr este objetivo, ya que si colocas muchos cuadros seguidos y llenas una pared de ellos, esta se verá uniforme, aún los cuadros sean diferentes, es como si hicieras la misma pared pero usando cuadros, lucirá muy cargada y el atractivo especial de cada uno se perdería, ya que se confundiría con el de al lado y este con el siguiente y se generaría además un cruce desordenado de idiomas, pues cada uno tiene el suyo propio y la pared se coinvertiría en una torre de Babel y sería insoportable a la vista, al menos a mi me ocurre así.
No es lo mismo
juntar muchos cuadros para llenar una pared, por muy en moda que esté y se
tomen en cuenta ciertos criterios al colocarlos, que colocar los modernos
cuadros complementarios que le dan un toque genial al ambiente. Al menos para
mí, los primeros crean un ambiente inquietante y desagradable a la vista, me
hacen sentir cierta incomodidad, es como si todos los cuadros me gritaran al
unísono que los mire y no dejaran de gritar y se pelearan el protagonismo, los
segundos incluso rompen la monotonía de la forma rectangular, se van achicando
o colocando como piezas de un rompecabezas y el conjunto adquiere una forma
geométrica diferente y novedosa, agradable a la vista.
Al colocar los
cuadros dale el espacio suficiente para expresarse, para brillar con luz propia
sin ser opacado y deja que ilumine tu pared con un toque especifico, no la
sobre cargues, ni siquiera en los museos o exposiciones de pintura se colocan
muy juntos, ya que se perdería el interés, el encanto y la magia de cada cuadro
y su lenguaje seria indescifrable. Sé que es una cuestión de apreciación y
pareceres en los que influyen la personalidad, la cultura, los gustos y sobre
todo el equilibrio emocional y la paz interior de la persona, pues a unos les
funciona bien la calma y a otros el caos, “cada quien con lo suyo”, “hay de
todo en la viña del Señor”, pero en sentido general existe un orden primordial
de las cosas que determina su estado de aceptación generalizado.
Tu casa es tu templo, tu remanso de paz, no la conviertas en un frio museo o en un lugar incomodo de estar, sé moderado en la decoración, no la cargues demasiado, detente a mirar los cuadros en tus paredes y deléitate, si es posible introdúcete en ellos, forma parte de su paisaje y vive una experiencia agradable cada vez que puedas hacerlo, algunos cuadros te invitan a hacer esto, otros no, pero de lo que si estoy segura es de que todos, tan pronto los colocas en la pared, tanto esta como los cuadro cobran vida y te cuentan su historia y te hacen vivir muchas historias más, cada vez que los observes será una nueva aventura la que vivirás.
Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente.
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