Los humanos tenemos cierta tendencia a que nos molesten las
críticas, aún estas sean constructivas. De hecho fuimos creados con una
perfección que lamentablemente barnizamos y desvirtuamos a nuestro antojo,
precisamente buscando perfección, porque erróneamente nos consideramos imperfectos.
Ese barniz opaca y oculta nuestra perfección innata, y actuamos muchas veces de
manera incorrecta, dejando ver nuestras imperfecciones adquiridas.
Pese a esto hay algo grabado en nuestra memoria cognitiva, en el
interior del ser, que nos revela que somos perfectos, por lo tanto no hay nada
que agregar, quitar o corregir,
simplemente admirar y elogiar, por eso no aceptamos con agrado las críticas,
las vemos como ataduras dolorosas y trampas de la vida para hacernos caer o
resbalar.
En
cambio las críticas deberían ser bien recibidas siempre, así vengan cargadas de
veneno, al final resultan ser más sinceras que los “supuestos elogios”, que
muchas veces son armas de doble filo y van cargados de adulación e hipocresía
para conseguir un favor, o son el resultado de dejarnos subyugar y explotar
para favorecer a alguien más, a costa de nuestro esfuerzo, ingenuidad o
aparente necesidad. No es que no merezcamos los elogios, sino que tienden a
hacer más mal que bien, alimentan
peligrosamente el ego y generan un sentimiento
desagradable y un ambiente hostil ante los que los escuchan,
siempre y cuando no estén incluidos en el elogio. Tienden a crear recelos y
conflictos donde aparentemente no los había.
Existen
personas tan reacias a las críticas que el hecho de verse sometidas tan solo a
una, es motivo suficiente para sentir animadversión
ante la persona que la hace, lo toman muy personal, se justifican y esconden en
un victimismo que enerva y exaspera, parecen niños asustados y temerosos por
una fuerte reprimenda de sus padres. Imagino que esta es la razón, las críticas
vienen asociadas a su pasado, algunos episodios dolorosos que no han sido
capaces de enfrentar y superar siguen allí latentes y ante cualquier crítica la
reacción es inmediata, no se hace esperar y hasta resultan agresivos.
Pero en el fondo debemos agradecer más las críticas que los
elogios, estas ayudan a crecer y madurar, a ir quitando el barniz que disfraza
y oculta la perfección que trajimos de fábrica, y que
es individual. Recordemos que salvo algunas excepciones nacemos solos, no en
serie, por tanto cada quien tiene su propia perfección bien definida para
desarrollar su potencial y trascender, no es generalizada ni colectiva.
Las críticas no
dañan, aunque a veces esa sea la intención, la verdad siempre sale a
flote ante la difamación y la mentira, así que no temas, ellas simplemente te
liberarán de cadenas y cargas que quizás no has notado o no sabes cómo soltar,
estas te ayudarán a encontrar la forma de hacerlo, es probable que no lo veas
así al principio, pero el tiempo se encargará de que lo entiendas mejor y serás
capaz de agradecer esa crítica, hiriente y dolorosa en su momento, pero eficaz,
reconfortante y sanadora después.
Recuerda
siempre esto: “Lo que no resta, suma o deja igual”, las criticas tienden a
seguir este contexto, en caso de que resten, agradécelas, quita tu barniz y empieza a sumar, nunca es tarde para recapacitar.
Esta entrada fue publicada en el periodico El Caribe:
http://www.elcaribe.com.do/2015/05/13/correo-los-lectores
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