Desde que
el mundo es mundo es muy probable que haya existido de alguna forma la
competición, ya que la llevamos muy arraigada en nuestro interior y la usamos
en casi todos los ámbitos de la vida. La competencia se ha convertido en uno de
los principales móviles del diario vivir, competimos por todo y para todo como
algo natural y bien visto, y aunque el objetivo parece claro, es más bien
oscuro.
Las competencias son para seleccionar al mejor, supuestamente con
la idea de que nos esforcemos y demos lo mejor de nosotros, corramos la milla
extra. Aún haciéndolo, no siempre somos seleccionados y esto en vez de ayudar, muchas
veces resulta conflictivo y menospreciante, fastidia y perjudica. Aunque
obtengas un premio y te sientas por encima de otros, siempre tendrás una espina
restregándote no ser el mejor.
En un mundo con tanta diversidad de todo, por tanto también de
gustos, criterios y apreciación, no existe ningún jurado totalmente imparcial que
esté calificado para elegir o descartar a nadie, cada quien se parcializa de
acuerdo a su criterio, gusto y apreciación, por eso las competencias que se
realizan en base a la decisión de un jurado, jamás podrán ser válidas para que
nadie se sienta superior y mucho menos descalificado, ya que las circunstancias
de su vida son únicas y una determinada situación, estado de ánimo etc., puede
influir de manera abrumadora en el momento de la competición o durante su
observación.
Lo más
sano seria premiar el esfuerzo de cada quien con un discurso emotivo y
alentador, expresando un sincero agradecimiento, en caso de no poder hacer regalos
a todos, pues todos realizan una labor, los que sientan que no son merecedores
de tal reconocimiento, es casi seguro que mejoraran para ganárselo, aunque sea
tardío. Es necesario y halagador reconocer los esfuerzos y méritos de las
personas, con eso demostramos que les damos importancia y los tomamos en
cuenta, lo que resulta odioso es que para hacerlo haya que desmeritar a otros,
aunque no merezcan ser exaltados, tampoco merecen ser denigrados o descartados,
pues nadie sabe las interioridades de nadie, ni mucho menos los traspiés que ha
tenido que dar para llegar a donde está.
“A veces se pierde lo bueno, buscando lo mejor”
(Pietro Metastasio)
Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente.
Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe:
http://issuu.com/elcaribe/docs/dn_20150323?e=1423128/3825453
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