La idiosincrasia y creatividad de este país no tiene
comparación, de un arrecife hacemos un malecón con tremendo fiestón, de una
isleta triangular, en un punto crítico del tránsito, hacemos un parque
temático, de una letrina en plena ciudad, un parque ecológico Núñez de Cáceres,
de un conservatorio de música y remanso de paz, un parque de luces y algarabía general,
de una cañada o riachuelo un vertedero, de una vía peatonal debajo de un
elevado en plena zona residencial, hacemos un mercado de la pulga y de oportunidades.
En una zona inapropiada en medio de cañadas y un
vertedero, construimos una enorme zona residencial (sin importar las futuras
consecuencias), de una campaña electoral, instalamos un eterno circo político
cual feria nacional, de paso, solventado con el dinero del pueblo, para cada
cuatro años subastar un puesto presidencial al mejor postor, con garantía
ilimitada, y con el consentimiento general.
Y todavía aparecen personas capaces de decir que este
no es un país especial, alegre y sin igual, fiestero y parrandero, aunque no
tenga dinero, que nunca pierde la cabeza y que tiene por lema “Hagámosle fiesta, a lo que nada nos
cuesta”.
Es una lástima
que no se detiene a pensar que la vida siempre nos pasa factura y que hace
varias generaciones, hemos ido acumulando miles de deudas que las generaciones
venideras, ni con su propia sangre podrán pagar.
Definitivamente somos un país muy creativo,
pero nos falta conciencia social y mucho sentido común y el respeto que merece,
no malgastar los fondos, que no nos pertenecen.
Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente.
Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe:
http://www.elcaribe.com.do/2014/10/17/correo-los-lectores
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