Agonizante modernidad

Vivimos súper ocupados en tiempos ultramodernos, donde gobierna el narcotráfico, junto al gran emporio industrial farmacéutico, a las grandes multinacionales metalúrgicas, químicas e industriales (que se alimentan de las guerras y el consumismo excesivo) y a la incalculable industria de explotación sexual de género y también infantil, entre otras cosas (todas manejadas por un reducido y malvado grupo mundial al que le devengan una exorbitante cantidad de dinero), y donde los altos niveles de ambición, corrupción, impunidad, inmoralidad y falta de humanidad, nos han llevado a cometer acciones repudiables, inimaginables en tiempos de nuestros abuelos, pero que hoy día son tan comunes que las justificamos y hasta las aceptamos de buena gana y osamos decir que no están mal del todo.

Las faltas que se cometían anteriormente y que en aquellos tiempos eran de primer grado, o sea, lo máximo, como faltar a la palabra dada (que valía más que una firma), o el robo y desfalco al Estado, hoy son como mucho de tercer grado y pasan desapercibidas o son calificadas como normales y justificables por la mayoría. Es una pena que nuestro aparente adelanto y desarrollo, nos haya cobrado un precio tan alto a pagar, induciéndonos a renegar de nuestros principios morales, sociales y humanitarios, obligándonos incluso a sacrificar nuestra dignidad y nuestra propia existencia como raza y su permanencia en el planeta, el cual estamos transformando despiadadamente, en un lugar inhóspito y de difícil supervivencia animal, vegetal y hasta mineral, sometiéndonos a mutaciones físicas, emocionales y morales directas e indirectas, para poder subsistir, al menos hasta un tiempo no muy lejano, ya que el peligro de extinción sigue asechando a todos los seres vivos de este planeta como un buitre acecha a su presa moribunda. 

  

Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente. 

Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe: 
http://www.elcaribe.com.do/2014/08/30/correo-los-lectores

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