Memorias olvidadas

La visita del insomnio siempre algo me regala, en esta ocasión fue un relato, que titulé “Memorias olvidadas”.

El inicio del relato que les voy a compartir, me hizo levantarme de la cama y sentarme a escribir.
Tocó y encontró la puerta abierta, y junto a mí se sentó, para mantenerme despierta. 
En el desvelo nocturno unas palabras me susurraron, y al sentarme frente a la laptop, cual magia, se redactaron.

El relato, a manera de prosa poética, encierra una buena reflexión sobre el planeta...

Memorias olvidadas.

Aunque parezca un sueño, es una historia real, sucedió hace un tiempo en mi pueblo natal.
Sin entender el motivo, las aves dejaron de cantar, y apenas algunos, lo llegaron a notar.
Pero al cabo de unos días, tampoco podían volar, y esto si que rápidamente llegó a intrigar.

Ver las aves caminando y haciendo sus nidos en la tierra, anunciaban tiempos de guerra.
Al principio parecía una locura, y la ausencia de su alegre canto, llenó la tierra de amargura.

Un indescriptible miedo, se empezó a apoderar de la ciudad, y solo los niños, se atrevieron a hablar.
El silencio se fue haciendo costumbre, y la gente olvidó las palabras, para entenderse, solo bastaban las miradas.

Las cosas empeoraron, los animales domésticos se tornaron agresivos, y el miedo, se hizo más obsesivo. 
Los alaridos de dolor, cada vez se hacían más penosos, dejando a los más débiles, en un estado lastimoso.

Tratando de encontrar alivio, muchos huyeron despavoridos, regresando al poco tiempo, muy envejecidos.

Las lluvias cesaron por años, secos quedaron los ríos, solo en el lago había agua y se estaba quedando vacío. 
La mayoría de los árboles desaparecieron, y de hambre casi todos murieron.

La vida dejó de tener sentido.

Solo quedaron cactus, gusanos y bichos raros, cosas que para comerlas, muchos pusieron reparo.
Muy pocos sobrevivieron para contar esta historia y de esos pocos, la mayoría, perdió la memoria.

Era un niño cuando esto empezó, ahora ya viejo, quiero dejar constancia de todo lo que el ser humano mató.

Por ambición o ignorancia, el mundo perdió su fragancia, y solo el cielo esplendoroso exhibía su elegancia.
Este consuelo, en muchos ayudó, pues pensaban que al menos Dios, este genocidio, también lo perdonó. 

Los sobrevivientes se arrodillaron, lloraron por clemencia, pensando a su favor, que padecían demencia.

Como por arte de magia, empezaron a hablar, y una fuerte lluvia, cayó por días, sin parar.
La tierra recuperó la alegría, los árboles florecieron, los ríos llevaban aguas que a la vida los devolvieron.

Este suceso, rescatado de mi memoria, no debería olvidarse, pues fue parte de la historia.

Son tiempos inciertos, de exterminio y contaminación, al humano se le olvida, que es parte de la creación.

Unamos nuestras manos, que la tierra solo se agriete para sembrar, y que de sus ríos, no volvamos a abusar.
La vida es una hermosa faena, de labores entrelazadas, no repitamos jamás, las atrocidades pasadas.

Lo que hacemos a la tierra, nos lo hacemos a nosotros, tratémosla con amor y disfrutémosla con gozo.  

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Finalizo con esta frase que me llegó de ipso facto, justo al terminar de escribir y corregir el relato.  

“Ayer fui nube, hoy soy chaparón,  y mañana, seré un hermoso botón.
Luego una perfumada rosa, en la que sin dudas, se posará una bella mariposa... 
... que  llenará de alegrías y colores  el ambiente, y que volará por todos los jardines florecientes”. 




I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

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