Cuando somos
niños todo nos llama la atención, tanto en la tierra como en el cielo, nos
cautiva, nos inquieta y entretiene. A medida que vamos creciendo, observando y
aprendiendo (o tal vez debo decir desaprendiendo) sobre la vida, nos vamos
desligando mas y mas de nuestra conexión con todo y con todos, en especial con
la naturaleza y el universo.
Llega un determinado momento en nuestra vida en que estamos muy ocupados con las obligaciones educativas, familiares, sociales, económicas y culturales para reparar en cosas que creemos tan mundanas como la naturaleza y tan lejanas como el universo.
Llega un determinado momento en nuestra vida en que estamos muy ocupados con las obligaciones educativas, familiares, sociales, económicas y culturales para reparar en cosas que creemos tan mundanas como la naturaleza y tan lejanas como el universo.
Pero resulta que
a medida que avanzamos en edad, sobre todo en madurez y nuestra evolución progresa,
nos volvemos mas intuitivos y observadores y menos superficiales, apreciamos más
las cosas que al crecer fuimos menospreciando y empezamos a sentir una conexión
especial con los astros del cielo y toda la naturaleza, ese vinculo se va
haciendo cada vez mayor, sentimos una atracción magnética por estas cosas y por
nuestros semejantes y sentimos que todo guarda una relación estrecha con
nosotros y que nunca estamos solos.
Yo
particularmente puedo decirles que tengo un romance con la Luna, me atrae de
una manera casi mágica, me despierto en las noches y me siento atraída a mirar
el cielo y buscarla, a veces desde mi cama la veo observarme como si me dijera
“Aquí estoy, mírame”, cuando yo no la busco, ella me busca a mí.
También las estrellas, que siempre me han intrigado y fascinado, me deleitan y roban toda mi atención en las hermosas noches que nos regala el universo.
Sobre la naturaleza ni hablar, soy amante de los árboles, flores, mares, montañas, animales y todo aquello que me inspire admiración y respeto al contemplarlo, estoy sintiendo un fuerte vinculo con todo y con todos, me he vuelto más humanamente sensible y mortal y a la vez mas espiritual e inmortal.
También las estrellas, que siempre me han intrigado y fascinado, me deleitan y roban toda mi atención en las hermosas noches que nos regala el universo.
Sobre la naturaleza ni hablar, soy amante de los árboles, flores, mares, montañas, animales y todo aquello que me inspire admiración y respeto al contemplarlo, estoy sintiendo un fuerte vinculo con todo y con todos, me he vuelto más humanamente sensible y mortal y a la vez mas espiritual e inmortal.
Cuando despertamos a esa realidad, difícilmente podemos desligarnos de esa conexión real de nuestra existencia, ya que somos uno con el todo, al igual que lo son los millones de células creciendo, interactuando, trabajando y evolucionando para formar un cuerpo, fortalecerlo y brindarle protección.
Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente.
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