martes, 6 de octubre de 2015

Ese sentimiento llamado odio.

A pesar de no conocer este sentimiento tan negativo, pues no existe nadie que me haya inspirado sentirlo en su dimensión exacta, me parece que existe una forma de evitarlo antes de darle cabida en nuestro corazón.

Generalmente las personas que causan dolor y son hasta cierto punto señaladas como culpables de la miseria humana, son las que nunca recibieron ni conocieron el amor, solo amargura y sin sabores, por eso no pueden dar de lo que no poseen, solo dan de lo que tienen, saben y conocen. Amándolas podemos revertir sus carencias y enseñarles a amar. Es difícil esta tarea pero es muy efectiva.


¿De dónde viene y hacia dónde se dirige este dañino sentimiento?

Pues viene de la necesidad de sentir afecto y amor, al estar hechos de amor y para el amor y no recibirlos, el corazón se resiente, se duele y se llena de amargura, de odio, y más aún cuando recibimos duros golpes y malos tratos, tanto física como psicológicamente, estos últimos, a veces nos hieren más profundo y la hemorragia es interior, entonces ese sentimiento se dirige hacia el torrente sanguíneo y vierte su veneno en nuestras entrañas, contaminándonos y convirtiéndonos en enfermos  emocionales y mentales, seres infelices e insatisfechos, hambrientos de amor, depredadores indeseables, rechazados y aborrecidos por la sociedad, lo cual en vez de ayudar, agrava el problema.

Se ha escrito mucho sobre el perdón, que es el antídoto por excelencia para el odio. Me parece que el mejor antídoto es la empatía, hurgar en lo profundo del ser que nos hace sentir molestos y nos causa daño, descubrir los verdaderos motivos que llevan a ese ser a actuar de manera cruel, enfermiza, dañina…, ponernos en su lugar y tratar de entender su proceder, de esa forma, no le daremos nunca cabida al odio, y en su lugar nos llenaremos de compasión más que de perdón.



El perdón es más bien una especie de auto disculpa, de reconocimiento del error y aceptación de los resultados que de este se derivan, es una decisión o reacción emocional que usamos para absolvernos de lo que sentimos como culpabilidad o debilidad de carácter, no es para los otros, si no para uno mismo, para con los demás, es misericordia y compasión, pues no somos jueces para juzgar los actos de nadie y el perdón procede de juicios, de censuras y a los únicos que podemos enjuiciar y censurar es a nosotros mismos, a nadie más. Para con uno es perdón ya que somos responsables de nosotros, calzamos nuestros zapatos y cargamos con nuestra cabeza, por eso podemos censurarnos y enjuiciarnos y luego de esto, reconociendo nuestra integridad, perdonarnos.

Ese sentimiento llamado odio es pesado como un yunque, aplasta y esclaviza, se combate con otro también de cuatro letras, llamado amor, ligero como un boomerang, vuela y regresa siempre a ti. 

No permitas que la falta de amor te apuñale el alma y te vuelva putrefacto y amargado, envilecido y despiadado, nútrete cada día con raciones de amor, aún sean imaginarias. La imaginación es una fantástica herramienta que posee el hombre, úsala siempre a tu favor, no importa que tanto la uses, mientras más lo hagas, más creativo te vuelves y más probabilidades tienes de hacer que se vuelva realidad.


“La mente puede conseguir cualquier cosa que sea capaz de concebir”. (Clement Stone) 

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Si no te aman, ámate.

Si no te sonríen, sonríete.

Si no te reconocen, descúbrete…, estas hecho de amor.

Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente. 

Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe:
http://www.elcaribe.com.do/2016/01/23/correo-los-lectores

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