viernes, 5 de octubre de 2018

Innovando la vida

Seria cosa normal que vayamos por la vida tomando en cuenta aquello que aprendimos y lo que quisimos aprender y fuimos postergando. También seria cosa normal y hasta sensata, que vayamos por la vida tomando en cuenta aquello que nos molestó y fue la causa de nuestro fracaso, para de alguna manera enmendarlo o al menos evitar que nos vuelva a suceder. O sea que, se hace necesario y hasta imprescindible consultar nuestro pasado.

Pero esta revisión debe de ser objetiva y fluida, es decir, que no debemos detenernos mas tiempo del necesario revisando o consultando nuestros anteriores actos y consecuencias. Hay que hacerlo a consciencia y hasta a manera de observador distante, ajeno a las emociones que se podrían generar o renacer. Como si fuéramos una especie de examinador computarizado, que solo toma en cuenta que la casilla correcta esté marcada para dar su veredicto final sin que le tiemble el pulso.



Diría que debemos soltar el pasado lo más eficazmente posible. Ahuyentar sus fantasmas y mirarlo como a ese globo que soltamos y con tanta facilidad dejamos ir, o como lo hacemos con ese rio del que acabamos de salir, nos dimos un buen baño pero lo dejamos atrás, agradeciendo su favor. Sabemos que nos esperan otros ríos y nuevos baños, así que seguimos adelante, sin remordimientos. Las personas suelen aferrarse demasiado a las cosas y quedarse suspendidas en el tiempo, ya sea acaparando o añorando, los años le siguen pasando pero no los notan, la vida les sucede pero no la sienten tal cual, la viven desde el pasado, desde aquella niñez o juventud que no supieron asimilar y trascender, esperando aquello que no lograron y queriéndolo realizar en sus hijos, a quienes les transmiten sus frustraciones y anhelos como si fueran propios.



La palabra innovar tiene un contexto muy peculiar, in (en, introducir), novar (nuevo), o sea que, cuando estamos innovando, estamos “introduciendo lo nuevo”, ese debería ser nuestro slogan todo el tiempo, “Innovando la vida”, es decir, introduciendo lo nuevo en nuestra vida. Y ¿Qué precisamente es lo nuevo?  Pues aquello que no conocemos, eso que nos regala a diario la vida; un nuevo amanecer, el despertar a un nuevo día, dejando atrás el anterior, dispuestos a estrenar nuevas emociones y sensaciones, ninguna debe ser similar a lo ya vivido, pues tiene un nuevo ingrediente, cada día trae una alegría por descubrir y hasta un dolor por sentir, vivirlo, agradecerlo, echarlo a un lado y seguir adelante, como ese rio que dejamos atrás en busca de otros ríos.

Cada día es diferente, el problema es que los vemos todos iguales, sentimos que hacemos siempre lo mismo porque mayormente arrastramos nuestro pasado, nuestra niñez y sus carencias, nuestra adolescencia y temprana juventud y sus renuncias. Y esa juventud insatisfecha la arrastramos hasta nuestra madurez, una madurez inexistente, cargada de incoherencias y traumas sin resolver de la niñez o la juventud o de ambas. Esa madurez inexistente o inmadurez, nos arropa hasta nuestra vejez y sus amargas dolencias, que duelen más emocional que físicamente, por las carencias, renuncias, insatisfacciones, incoherencias... Desarmonías que arrastramos a cuestas y producen una enorme carga emocional, la cual seguimos arrastrando sobre nuestros hombros y nuestra espalda almica hasta la tumba y mas allá.  


Innovemos, dejemos de imitar, de redundar en lo mismo y estudiar minuciosamente el pasado para enmarcarlo en el presente una y otra vez. Dediquémonos a crear, inventar, descubrir y si lo desean, patenticen sus hallazgos, pero sin detenerse en la contemplación de un éxito o un fracaso muerto, ya que el pasado pierde vida, se petrifica, por eso los logros mayormente con un pergamino, o una placa de reconocimiento tienen suficiente.

La felicidad no es estática, hay que seguir nutriéndola y produciéndola y esto solo se consigue con nuevas aventuras y logros, con nuevas ansias de vivir. 

Soltemos el pasado y aquello que nos puede estancar y dejemos que brote nuestra imaginación, como lo hacen los nuevos retoños en el viejo árbol, nutriendo nuestras raíces con cosas nuevas. Somos ese viejo árbol, pero no nos quedemos con ramas gastadas y hojas secas, soltémosla y permitamos a los nuevos retoños surgir, con una buena nutrición imaginativa que les permita salir a embellecer ese tronco que es la vida que somos, y por medio del cual damos paso a lo nuevo, para así eternizar nuestra verdadera esencia universal, que se renueva cada día en ese incesante latir.

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Esta entrada fue publicada en el periodico El Caribe:
https://www.elcaribe.com.do/2019/03/02/opiniones/correo-de-los-lectores/innovando-la-vida/

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