martes, 18 de septiembre de 2018

Lo que ves y lo que es

En esta ocasión quiero tratar un tema que como todos los que surgen y piden salir a la luz, envían señales hasta hacerse atender y conseguir su objetivo.

Al escuchar la opinión sobre la actitud de algunas personas ante mensajes u observaciones hechas sin intención de ofender, pero que al parecer resultaron ofensivas por la respuesta recibida (aunque al escuchar el diálogo a mí no me lo pareciera), me vino a la mente que muchos de nosotros, o la gran mayoría, nos tomamos las cosas, según esté nuestro estado de ánimo, nuestra consciencia o inconsciencia, o la real intención escondida detrás de nuestro comentario u observación.

A veces juzgamos a las personas por nuestra forma de interpretar sus acciones, le echamos el anzuelo y ¡Zas! Sentimos que quedó atrapado o expuesto su malestar general, o su rechazo hacia nosotros. Pero resulta que esos juicios no son reales, van cargados de nuestras energías desaprobadoras, y como tal, el resultado no es de nuestro agrado.

  
Imposible que fuera de otra manera, si visualizas a alguien altanero y engreído, le hablarás en esa misma sintonía, con altanería y engreimiento, aunque no creas hacerlo, lo haces. Otras veces lo haces poniéndote tan por debajo, que cualquier respuesta te confirmará ese juicio que ya te has formulado. Como dicen por ahí, llamamos al diablo, pero nos aterramos cuando lo vemos llegar.

Esta manera de comportarnos me ha puesto a reflexionar sobre las diferentes características o personalidades de los seres humanos, y viendo en retrospectiva la opinión que me motivó a escribir esta entrada, llego a la conclusión de que muchos de nosotros, al igual que muchos animales, también marcamos nuestro territorio.

Hay personas, y me incluyo entre ellas, que ponemos límites muy claros de acercamiento, dejamos entrar de manera muy selectiva a quienes consideramos aptos para pertenecer a nuestra manada, a los demás los mantenemos al margen hasta pasarlos por un cedazo y estar seguros de que son de fiar. Sin embargo, las personas que acostumbran a marcar su territorio, hasta cierto punto permanecen impenetrables, siempre guardan distancia para observar y estar atentos, son sigilosos y se aseguran bien antes de emitir juicios. Lucen insensibles pero no lo son, más bien son precavidos.

Por otro lado, muchas personas son tan sanas que no ven maldad en los demás, a menos que ya estén, como decimos por acá, “fichados” como personas no gratas. Estas personas permiten acercamientos y se acercan a los demás sin reparo, son muy abiertas y solo desean compartir e interactuar, por eso no guardan distancias ni recelos. 
Para algunos, eso resulta molesto y los consideran intrusos, por eso sacan su escudo protector, o encienden su alarma para alejarlos un poco, ya que no les gusta la proximidad de los que no están calificados aún como aptos para penetrar sus dominios.


Nos comportamos como pensamos. Juzgamos como interpretamos, y actuamos como juzgamos, y de esa misma forma veremos el comportamiento de los demás, según nuestro juicio pre formulado. 
Si detrás de una acción que ejecutamos hay una intención que no es la que decimos, el resultado será el de la intención oculta o no admitida, en el fondo sabemos muy bien cuál es la intención real. Y por esa misma intención que ocultamos es que entendemos la respuesta, que es probable que esté muy distante de ser real, solamente la vemos así por nuestra predisposición o por la verdadera intención detrás.

Si pinchamos a alguien para verlo sangrar y no vemos la sangre, de seguro lo tildaremos de extraterrestre, diremos que su sangre no es roja y nos dedicaremos a difamarlo, así somos. Si nos hacemos un juicio sobre una persona, nos resultará difícil verla diferente a lo que ya la enmarcamos, y en realidad, ese comportamiento solo estaba en nuestra consciencia inconsciente, fue solo una lectura incorrecta por no estar en equilibrio o sintonía con su vibración energética o con nuestra propia armonía interior, y atribuimos ese desajuste a la otra persona.
  
Aunque no niego, que hay casos en que sí tenemos la razón sobre ciertos acontecimientos, si hay zurrapa en algún comentario que hacemos, es imposible que a nuestros ojos se nos devuelva limpio, pues como nosotros mismos ya lo hemos ensuciado, lo recibiremos con el mismo sedimento que le agregamos. La otra persona no tiene nada que ver con eso, es muy probable que lo vea limpio al recibirlo y así lo devuelva; la zurrapa, está en nuestro ojo, no en la vasija o su contenido.

Me pregunto ¿Hasta qué punto es aceptable como correcto marcar nuestro territorio? y ¿Hasta qué punto es aceptable ser sanos del todo y acercarse demasiado?
Imagino que como ocurre con todo, o casi todo, lo mejor es buscar un punto medio, sabemos que los extremos son peligrosos, unos por mucho y otros por poco, lo más sensato es permanecer centrados y equilibrados. No ser muy ácidos, pero tampoco ser muy alcalinos, hay que mantener nuestro pH balanceado.

¿Llegará el día en que tan solo veamos la realidad?  Lo que sencillamente es, y no lo que nos parece ser.


Fijémonos bien en lo que damos, no nos engañemos, para que podamos ver con claridad lo que recibimos de vuelta. Si arrojamos dardos envenenados, de ninguna manera esperaríamos recibir rosas, así las recibiéramos, las creeríamos venenosas y las veríamos desvirtuadas de su realidad. Los juicios y prejuicios, son peligrosos.

Tratemos de no dejarnos influenciar por un antes (viendo lo que queremos ver), o dejarnos atropellar por un después (la realidad de lo que es).

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

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