jueves, 16 de mayo de 2024

Compartiendo sabiduría india

Hace un buen tiempo recibí por correo electrónico una interesante y edificante reflexión, que de seguro lleva mucho tiempo ya circulando, pero parece que fuera escrita hace muy poco, lo cual deja ver que aparentemente estamos estacionados o estancados en una misma frecuencia vibratoria por años. 

Pero sabemos que no es así, los cambios cuestan y toman tiempo… 

Cuando las cosas se miran de manera global, encontramos consuelo o motivación, cuando nos enfocamos de manera puntual, la angustia puede abatirnos por una determinada situación que talvez ni se llegue a concretar. 

Aprendamos a ver el lado positivo y objetivo de las cosas y dejemos de lado los males y pésimos augurios, nunca serán buenos acompañantes y sus energías desgastan las nuestras.

Les dejo la reflexión, espero sea de provecho personal y espiritual.


Una líder Águila Blanca de los indios Hopi (tribu nativa que habita en Arizona) comentó lo siguiente: 






“Este momento que vive la humanidad puede considerarse una puerta o un agujero. La decisión de caer en el agujero o atravesar la puerta es tuya. 

Si consumes información las 24 horas del día, con energía negativa, constantemente nervioso, con pesimismo, caerás en este agujero. Pero si aprovechas la oportunidad de mirarte a ti mismo, de replantearte la vida y la muerte, de cuidarte y cuidar a los demás, entonces pasarás la puerta. 

Cuida tu casa, cuida tu cuerpo. Conecta con tu hogar espiritual. Cuando te cuidas a ti mismo, cuidas a los demás al mismo tiempo. No subestimes la dimensión espiritual de esta crisis. Adopta la perspectiva de un águila que ve todo desde arriba con una visión más amplia. 

Hay una demanda social en esta crisis, pero también una demanda espiritual. Ambas van de la mano. Sin la dimensión social, caemos en el fanatismo. Sin la dimensión espiritual, caemos en el pesimismo y la inutilidad. 

Estás preparado para atravesar esta crisis. Agarra tu caja de herramientas y utiliza todas las que tengas a tu disposición. Aprende a resistir con el ejemplo de los pueblos indios y africanos: hemos sido y seguimos siendo exterminados. Pero nunca dejamos de cantar, bailar, encender fuegos y tener alegría. No te sientas culpable por sentirte afortunado en estos tiempos difíciles. 
 
La resistencia es la resistencia a través de la alegría y la confianza. Tienes derecho a ser fuerte y positivo. Y no hay otra forma de hacerlo que mantener una postura bella, alegre y brillante. Esto no tiene nada que ver con la alienación (ignorancia del mundo). Es una estrategia de resistencia. 

Cuando entramos por la puerta, tenemos una nueva visión del mundo porque nos hemos enfrentado a nuestros miedos y dificultades. 

Esto es todo lo que puedes hacer ahora:

- Mantener serenidad en la tormenta. 
- Mantener la calma y tener relaciones genuinas.
- Hablar con la Divinidad, hacer un hábito de encuentro con lo sagrado cada día. 

Demuestra la resiliencia a través de la alegría, la solidaridad y sobre todo, el amor y la gratitud!"


I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.

martes, 7 de mayo de 2024

La culpa

Hace unos días que vengo cantando el estribillo (coro) de una canción del grupo cubano Buena Fe, que dice así: “Ay, la culpa, la maldita culpa no la tiene nadie…” La cuestión es que no había forma de que no surgiera este estribillo en cualquier momento del día en mi cabeza y mi voz. 

Para colmo me topé con la película "The Guilty" titulada en español “La culpa”, un remake de la versión original danesa del mismo nombre, que desde su inicio me parecía haber visto pero no la tenía muy claro y la volví a ver. Un policía atormentado por la culpa a la espera de un juicio, está temporalmente trabajando en el centro de llamadas del 911...

Al día siguiente por recomendación de mi hija Emilia, vi la película “Anatomía de una caída” (por cierto, muy buena película) y ¿qué creen?, también se trata de culpas y culpables, y ahí vuelve el estribillo a la cabeza. 
Entonces me puse a escuchar la canción con atención, pues a veces tarareamos pedazos de canciones que nos resultan contagiosos sin prestar atención a la canción completa. 
Sin captar el contenido y su mensaje podríamos estar entonando quién sabe qué atrocidad o basura musical. 

Les cuento que las letras de la canción son muy buenas, hay frases certeras como estas:

Huérfana culpa vuela sin dueños. Donde se pose, nunca crecerán los sueños…

Que es preferible quien lo intenta y ha perdido, que quien blasfema, pero nunca va intentado. Culpa sin rostro como incentivos...

Denme la culpa de estallar, cuando se arrime la cobardía con disfraz de tolerancia. Culpa coraje, culpa valiente…

Si corre el llanto
Si no resulta
Me duele tanto
Cuando la culpa
Ay, la culpa, la maldita culpa
No la tiene nadie…


Todas estas cosas que les he relatado, me han dado pie para abordar el tema de la culpa. Y es que esta la llevamos muy grabada en la médula y aunque, como lo dice la canción, no siempre es tan negativa, sí que tiene sus fuertes secuelas en la humanidad, ya que desde hace miles de años nos han hecho cargar con culpas inexplicables, ajenas e injustificables.




La frase de Frida le va como anillo al dedo a la culpa, pues esta es como una jaula que nos impide sentirnos libres y cuyos límites se van achicando, aprisionándonos más y más.

Cada cual elige un camino buscando sentirse libre, pero siempre se siente reprimido y juzgado ante todo por él mismo, debido a que los juicios y prejuicios de la sociedad y de los demás le hacen presa fácil de la culpa. 
Incluso, por la tanta infelicidad que hay a su alrededor, no se da el permiso de ser totalmente feliz sin sentir culpa. Y esta no es más que ese germen amorfo del ego, que ataca de lleno la conciencia, impidiéndonos transitar por la vida con real libertad y autenticidad.




Una de las peores consecuencias de la culpa es que nos debilita y despoja de nuestro poder interior, ya que va minando la mente, invadiendo de temor a la autoestima, restándole valor, y sin darnos cuenta nos convertimos en verdaderas víctimas lastimeras, cavando nuestra propia tumba. 
O en horribles opresores vengativos por culpa de una culpa (valga la redundancia) heredada o adquirida a base de engañarnos y de envidias ajenas, que sin darnos cuenta nos envenenan.

Existen muchas interrogantes que se pueden plantear sobre lo que en realidad se define y se entiende como culpa. 
Y si lo sopesamos bien, nadie en particular tiene la culpa de nada, y todos en general tenemos la culpa de todo. 
Unos por hablar y otros por callar. Unos por saber, otros por ignorantes. Unos por descubrir, otros por asombrarse. Unos por hacer demasiado, otros por perezosos. Unos por maliciosos y otros por bondadosos…

De culpas y culpables está lleno el mundo, pero nadie es totalmente culpable, ni totalmente inocente, y como cuentan que dijo Jesús, “El que esté libre de culpa que lance la primera piedra”. Por eso la culpa se nos acerca, nos mira de reojo y nos abraza dejando su semilla en nuestro interior. 

Lo cierto es que el sentirnos inconformes por percibirnos defectuosos, incompletos y desafortunados, sobre todo muy poco amados y respetados, hace que la semilla germine y empiece a crecer y si no la eliminamos de cuajo, pronto acabaremos atrapados entre sus marañas.




No te atormentes ni te culpes de nada que hiciste sin tener plena conciencia de lo que hacías, más bien libérate de todas las culpas que has ido albergando en tu corazón, estas son un mal innecesario, causan muchos pesares e infelicidades y nos sumergen en nuevas culpas, como un bucle sin fin.

Porque en definitiva, la vida está para vivirla y como no tenemos un mapa escrito de como hacerlo, nos vemos en la necesidad de improvisar. Así que toda acción tiene su razón de ser, por lo que nadie tiene el derecho de culpar, juzgar, castigar o lo que es peor, condenar a nadie sin haber calzado sus zapatos. 

Sí, sé que hay muchos males en este mundo y mucha perversidad, pero si miramos bien a fondo las raíces de esos ejecutantes del mal, veremos que más que culpables, son víctimas, y muchos dignos de compasión, y al menos tienen el derecho de liberarse internamente de la culpa, aunque las leyes los obliguen a pagar su delito. 

La culpa que todos cargamos a cuestas y que nos martillea constantemente, no la tiene nadie en particular. Todos somos víctimas de una inexistente culpa universal.

Les dejo el video de la canción del grupo Buena Fe.

"La culpa, la maldita culpa, no la tiene nadie" 





I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Misión imposible

Por más que quisiéramos hacer desaparecer las normas de exigencias de esta sociedad mundial, resultaría agotadoramente insoportable lograrlo, ya que su base principal, y en la que siempre se sostiene, es invisible, intocable e indestructible. 

Por si no lo han entendido, hablo del tiempo, ese implacable tirano, gobernante de nuestros días y noches, de nuestras etapas de vida (crecimiento y envejecimiento), incluso en nuestras horas de sueño suele marcar el compás, interrumpiendo el espacio onírico sin ningún tipo de consideración. Y por si fuera poco, toma el control hasta de nuestra muerte.



Pues bien, en esta ocasión El Tintero de Oro ha convocado a escribir un microrrelato de no más de 250 palabras, tomando como eje central el tiempo.

Tentada por el tema, aquí les dejo un micro, espero les agrade.

Misión imposible  250 palabras.


                                                      

Nunca acepté con agrado el mote de olvidadizo que desde niño me asignaron. Tenía seis años cuando mis tres hermanos empezaron a llamarme así, decían que era porque todo se me hacía más lento que a los demás y siempre estaba retrasado en los deberes. Mis padres solían decir que no me preocupara, que conmigo el tiempo era más escurridizo de lo normal. 

Como no entendía nada de eso siempre me despreocupaba. Ajustarme a las exigencias nunca fue un propósito en mí, prefería tomarme las cosas con calma y llevar mi propio ritmo de vida, sin importarme el tiempo. 

Esto hizo que me pusieran otro mote en mi adolescencia, el lento. Para un chico que empieza a experimentar sus albores amorosos, este mote no ayudaba mucho, las chicas se reían de mí...  

A mis veinte años me llamaban el sin tiempo, tenía una pequeña colección de todos los relojes que me habían regalado como insinuación de mi despiste y lentitud, pero yo seguía viviendo a mi ritmo. Eso sí, sufrí varios desplantes amorosos, porque cuando por fin me decidía a cortejarlas, después de mucho ensayar, ya iban de novia con otro. 

Me propuse acelerarme más, para no seguir perdiendo en el amor. Luego de un mes llevando una velocidad que no podía aguantar, colapsé. Desistí y retomé mi velocidad natural. 

Aunque conservo todos los relojes aún, el tiempo sigue sin importarme mucho, controlarlo es misión imposible, mi mote definitivo. Y voy de novio, de todas y de ninguna, pero feliz... 
 

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.