De nuevo El Tintero de Oro me hace un giño, esta vez se trata de un relato con Nueva York de colofón, homenajeando a una gran escritora española, Carmen Martín Gaite, y su libro “Caperucita en Manhattan”.
Guardo muchas vivencias hermosas de mis varias visitas en verano, pero el único viaje en otoño es el que me ha inspirado el relato.
Como siempre, mi participación es fuera de concurso, por la fecha está demás la aclaración… Aquí lo comparto, espero les agrade.
Y perdonen, pero no pude resistir la tentación de colgar algunas de las fotos que tomé allá.
Un otoño inolvidable 900 palabras
Llevaba días en estado de contemplación, una leve sonrisa en los labios y el brillo acentuado en sus ojos. Como si hubiera entrado en trance celestial, atravesado otra dimensión menos densa. Pero se le veía feliz y radiante, ningún estímulo exterior la motivaba a regresar de donde fuera que se encontrara su alma.
Tampoco es que sea amiga de salir mucho de la casa, más bien se complace con estar ahí, en ese espacio que suele llamar su paraíso, allí se siente mejor que en cualquier parte, pero ahora es preocupante su actitud.
Hoy tomó una fotografía que tiene colgada en la pared desde hace un año, y al abrazarla dijo, “Añoro volver a Nueva York, vivir de nuevo esa magnética conexión con el otoño de mi vida y el otoño de la naturaleza”. Sonrió y musitó algo que sus hijas no entendieron bien, solo la frase final “Cuando lo vivan, lo entenderán”.
Cerró los ojos y se quedó dormida con el cuadro en su pecho. Sus hijas se miraron y al mismo tiempo susurraron “Busquemos su diario”.
Lo guarda en un cajón debajo de su cama, allí quizás encontrarán respuestas”.
̶ Quédate observándola Rocío, yo lo busco, lo llevaremos afuera para ver qué pasó el año pasado en ese viaje a Nueva York. Hace justo un año que nos llamó eufórica con una voz que no parecía la de ella, no paraba de hablar, lo hacía tan rápido que no entendíamos nada, ¿Lo recuerdas?
̶ Ahora que lo mencionas… Cierto Massiel, ¡Nos extrañó tanto! Al llegar la vimos tan normal como siempre y no lo volvimos a hablar.
̶ ¡Lo encontré! Vayamos afuera, apaga la luz, así dormirá más tiempo.
̶ Mira Rocío, la fecha, tiene un escrito que parece una pintura, las letras tienen diferentes colores, rojizos, ocres y amarillos, ¡Una belleza de formato! Hasta parecen cobrar intensidad los colores, aumentar de tamaño. ¡Que extraño es esto hermana!
̶ Déjame ver a mí, eres medio cegata, y estás sin anteojos, a lo mejor tienes la vista cansada.
̶ ¡Es increíble Massiel! las letras se mueven, como si tuvieran vida, bailan y señalan la siguiente página. ¡Mira un sobre cerrado en ella! ¿Lo abrimos?
̶ Si, quizás explique esto y lo que está pasando con nuestra madre.
Un inolvidable otoño en New York
Jamás pensé que al llegar a esta edad la vida me tendria una sorpresa tan fantástica, mágica y maravillosa. New York fue siempre un deseo por cumplir, igual que conocer el otoño, ese que ahora atravieso en medio de una crisis existencial. Ha sido como nacer de nuevo.
El embrujo de sus colores vivos, intensos. El ambiente fresco, juguetón y cantarín de los árboles, los animales que van y vienen, miran como si hubieras pillado sus hurtos de frutas y semillas.
El inusual color del cielo revela historias del encanto de esta nación y estación.
La belleza del conjunto que tanto disfruté contemplar en el Central Park, me atrapó sin más en un sueño que de repente se volvió realidad.
Me vi siendo una niña, jugando en este mismo parque. El entorno era diferente, edificios menos vistosos, calles sin tanto ruido, pocos letreros luminosos, todo era sencillo, pero más hermoso y acogedoramente familiar.
De pronto una voz, la mi madre, me gritaba, “Vamos princesa, es hora de regresar, volveremos mañana”.
La voz me sacó de mi ensueño, todo había cambiado, pero me seguía sintiendo como en casa.
Me levanté del banco en que reposaba, tomé unas hojas otoñales y me las llevé a la nariz, años que no tenía esa sensación tan agradable y percibía ese olor tan familiar.
Me dije, pero ya conocía el otoño y New York, ¿Porque sentía entonces esa añoranza?
Me volví a sentar, a caer en ese sopor de nuevo.
Ahora era una hermosa joven y me estaba casando en el parque con el hombre que tanto amaba, lucíamos radiantes y llenos de felicidad. Mirándonos a los ojos y tomados de la mano, hicimos una promesa, “Nos amaremos por toda la eternidad”, un beso selló nuestros labios.
Flotamos en una nube que nos llevó a otra dimensión, nos soltamos suavemente sin dejar de mirarnos, hasta que nos perdimos de vista. Nuestra vida juntos se esfumó sin apenas empezarla, pero ese sabor de nuestros labios, perduró como un tatuaje imposible de borrar.
Como quien sueña dentro de un sueño, apareció frente a mí, sonrió, dijo en extraño idioma que resultó familiar, “Es hora de volvernos a juntar, el próximo año, este mismo día, te iré a buscar”.
Sus labios rozaron los míos, saboreamos ese sabor tan conocido, todo vibró a nuestro alrededor, los colores brillaron con intensidad, árboles y animales bailaron junto a nosotros, nos fundimos en un interminable abrazo. Me susurró, “Dentro de un año, mi amor”.
En ese momento, medio dormida aún, supe el porqué de mi añoranza, el me seguía esperando con el mismo amor y brillo en los ojos. Ese día entendí por qué mi vida no tenía sentido.
Los días siguientes me sentía flotar, hablaba raro, no sabía qué me ocurría. Llamé a mis hijas, por si eran cosas mías. Notaron algo, no entendían y colgué.
Volvía diariamente al parque, allí escribía lo ocurrido, el último día las letras tomaron los colores del otoño y cobraron vida… Me animaron a esperar.
Regresaron a la habitación, estaba inerte, sin respiración, pero lucía radiante, llena de vida y emoción.
Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.
Hola, Idalia.
ResponderBorrarParece un sueño dentro de un recuerdo plasdo en un diario. Demasiadas interposición para que las hijas lo entiendan.
O quizás son impresiones demasiado fuertes para ser solo un sueño. Quizás son reminiscencias de otra vida. Especulamos porque ni ella misma lo sabe cierto. Lo que está claro es que disfruta de las consecuencias de lo que aquel otoño pasó.
Alguien la reclama en su otoño, desde el otoño de New York y ella, gustosa, se ha ahorrado el invierno.
Abrazooo
¡Anda! Nos hemos comentado simultaneamente
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