Siempre tenemos metas y propósitos por cumplir que nos llenan de ilusión y son el motor que nos impulsa a seguir adelante en esta vida, en la que no todo es color rosa, hay muchas piedras grandes en el camino que a veces nos cuesta saltar, y salir ilesos es casi un imposible.
Los tropiezos traen consigo secuelas, pero también aprendizajes.
Al aventurarse y arriesgarse a transitar lo desconocido, por alguna razón del alma, por un ímpetu que no podemos controlar, o simplemente porque la vida nos fue llevando casi sin darnos cuenta a determinados lugares y metiéndonos en asuntos que a pesar de no percibirlos como propósitos nuestros, sí lo son.
Es muy común escuchar decir
“Yo nunca pensé que podía llegar a ser esto o aquello, o vivir tan lejos de mi casa y los míos”.
“Jamás se me hubiera ocurrido pensar que la salida de esa noche iba a marcar un nuevo rumbo en mi vida”
“Nunca sabré porqué dije que sí, tomé ese vuelo y mi vida dio un giro que me hizo descubrir mi Yo verdadero”.
O cosas por el estilo…
Por muchas vueltas que le demos a esos avisos debido a los temores que guardamos dentro, y a la supuesta seguridad que nos brinda lo conocido, hay algo más fuerte que nuestra persona física, que nuestros miedos y todo tipo de especulaciones, que nos seduce y reviste de un valor casi irracional para conducirnos hacia un algo desconocido, pero muy convincente para lograr movilizarnos.
A veces logramos alcanzar nuestras metas y nos quedamos con cierto vacío existencial, como si no hubiéramos completado el proceso del éxito esperado. Es ahí donde debemos caminar la milla extra, pues es casi seguro que ese éxito no es la culminación de nuestro propósito, sino un eslabón o peldaño más de la escalera ascendente en nuestro andar.
Caminar la milla extra es dar más de lo que esperamos o se espera de nosotros, es demostrarnos que hay una fortaleza interior inagotable y que siempre se puede llegar un poco más lejos de la meta.
Viendo lo expresado en retrospectiva, la meta es una utopía, no hay tal meta, lo que sí hay es un sendero para andar y conocer sus montes y llanos, sus oasis y desiertos, sus flores y espinos, sus alegrías y tristezas… Pero sin una finalidad no hay forma de que empecemos el viaje y de que en el transcurso nos demos cuenta de que en la unión está la fuerza.
El 2025 será un año decisivo para caminar muchas millas extras y culminar nuestro viaje terrenal. No olvidemos lo aprendido en tantos años y siglos anteriores.
OJO, la vida se está abriendo camino por sí sola y nos tratará de salvaguardar de alguna manera, cooperemos con este propósito universal, o pereceremos como raza predominante y colectivo humano.
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