lunes, 7 de marzo de 2022

La ecuanimidad

Según el diccionario, la ecuanimidad es la facultad de pensar y juzgar con imparcialidad, y también la definen como un estado de estabilidad y compostura psicológica que no se ve perturbado por la experiencia o exposición a emociones, dolor u otros fenómenos que pueden causar la pérdida del equilibrio de la mente, o sea, como una cualidad de la persona equilibrada y constante de ánimo.

Esta última definición nos lleva a pensar a fondo en su contenido y a caer en la conclusión de que existen muy pocas personas con esta cualidad, es decir, tan equilibradas como para mantener una constancia de ánimo, la mayoría nos dejamos influenciar por las emociones que nos producen los agentes externos.




La imagen anterior nos muestra a una hermosa mujer con cierto aire de melancolía y tristeza en su mirada, entregada a una pasividad inexpresiva que bien podríamos catalogarla bajo un cierto estado depresivo o de apatía, como si no se perteneciera.

En esta otra imagen siguiente, vemos a una mujer eufórica de alegría, totalmente expresiva y dueña de su éxtasis.




Lo que me pregunto es lo siguiente ¿Hay manera de permanecer ecuánimes en todo momento, al menos de nuestra vida madura?
 
Supongo que es una de las cosas más difíciles de lograr, pocos Budas han habido, y lo cierto es que hay que estar casi bajo un estado mental y emocional hipnótico, para no sobresaltarnos (alegrarnos o apenarnos) y que ese cambio emocional pase desapercibido. 

Permanecer todo el tiempo como lo muestra la imagen a continuación, en control de nuestras emociones, y sin reflejar cambios de estados de ánimo, donde el flujo energético se mantiene invariable, dicen que está reservado para muy pocos, para unos cuantos iluminados…      




Si me permiten, creo que la ecuanimidad es más bien un proceso de reordenación inmediata de nuestras emociones, para dominarlas y no dejar que ellas nos dominen y nos desborden hasta el punto de perder los estribos y descontrolarnos, ya sea cegados por la ira y los celos, o por la alegría y la euforia, ambos son estados extremos del Ser, y nos sacan de nuestro centro o punto de equilibrio medio. 
 
Para ilustrar mejor lo que quiero dejar ver les dejo esta historia del libro “El Jardinero” 
Autor: Grian (Antonio Cutanda)

Cuando caen las hojas

Jardinero —llamó la niña desde la valla del jardín—, ¿por qué hay árboles que pierden su vestido de hojas en invierno, mientras otros se cubren del frío con las mismas hojas del verano?
— ¿Por qué te lavas la cara cada mañana en el Manantial de las Miradas? ¿Por qué arreglas tu lazo ante el espejo cada día cuando el sol se asoma por tu ventana?
El jardinero guardó silencio mientras la niña le observaba con una mirada inocente de extrañeza.
—El agua con la que te lavas tu cara por las mañanas es diferente cada día —continuó el jardinero—. Y el lazo con el que adornas tus cabellos es el mismo cada día.
—No entiendo, señor.
El jardinero se acercó a la valla y, señalando los árboles del jardín, le dijo a la niña:



—No existe árbol que no pierda sus hojas. Unos desnudan sus ramas bostezando cada otoño, y otros dejan caer sus hojas poco a poco a lo largo del año, mientras hacen salir hojas nuevas que ocupan el lugar de las anteriores. Por eso a ti te parece que no cambian su ropaje verde.
— ¿Y no sería más fácil tener siempre las mismas hojas, sin tener que hacer el esfuerzo de cambiarlas cada vez? —preguntó la niña mientras miraba un roble cercano.
— ¿Acaso no te hace tu madre vestidos nuevos cada primavera para que estés más hermosa y puedas dejar de ponerte los viejos?
—Sí—respondió la niña mirándole a los ojos.
—Y cuando un vestido se te queda viejo, ¿qué hace tu madre con él?
—Lo convierte en trapos o en retales, para hacer colchas para mi cama.
—Pues, mira bien. Con las hojas viejas de los árboles hacen una colcha de retales a su alrededor, alimentando el suelo del que luego tomarán sus sustento y dando vida a otras plantas y animales.
Un gesto de alegre asombro se dibujó en la cara de la niña.
— ¡Cuánto saben los árboles, jardinero!
Un estremecimiento, disparado desde los ojos inocentes de la niña, recorrió la espalda del hombre.
—Sé, pues, sabía cómo los árboles, y cuando la vida te pida que dejes caer las viejas hojas de tu mente y de tu corazón, no dudes en hacerlo, para que tu alma pueda disponer de un vestido nuevo cada primavera.

           ******


Definitivamente somos entes de cambios, de transformaciones, expresarnos con naturalidad es parte de nuestra aleación humano espiritual, ahora bien saber hacerlo con moderación, sin exageraciones, paulatinamente, al igual que los árboles, sin expresiones bruscas, es una manera de ser ecuánimes y coherentes con nuestra divinidad.
 

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.

12 comentarios:

  1. ¡Hola, Idalia!

    Pienso que la ecuanimidad solo puede llegar con la edad y quizás ya tarde para arreglar muchos de los estropicios que hicimos en nuestra juventud. Una vez más se me viene a la cabeza la película 'Inside Out' que refleja muy bien, especialmente entre los más jóvenes, como son los cambios en el estado anímico y como nuestra emociones son la clave para nuestro desarrollo social con nuestros semejantes.

    A veces, como en el cuento, deberíamos observar con cuidado a la Naturaleza y a los animales y copiar algunos comportamientos.

    Un gran abrazo hasta tu paraíso caribeño.

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    1. ¡Hola Miguel!

      Algo perdida pero viva aún, ja, ja.

      Gracias por tu comentario muy veraz y oportuno, y como bien dices, observar la naturaleza y los animales es un verdadero aprendizaje de vida.

      Recibe un fuerte abrazo.

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  2. Totalmente de acuerdo, que casi nadie tiene un estado de ánimo estable al 100%. Por eso me encanta la filosofía oriental y observar a la madre Naturaleza cuando puedo. Gran post!
    Un abrazo gigante!

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    1. Muchas gracias Yolanda por la visita y las huellas que dejas, sin duda la filosofía oriental es muy sabia y enriquecedora.

      Que tengas una agradable semana. Te dejo otro gran abrazo.

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  3. Mantenernos al margen de las influencias externas y mantener nuestras emociones en equilibrio resulta de lo más complicado. Somos seres emocionales y a lo largo del día pasamos por distintas emociones, unas las gestionamos mejor que otras que ya es algo bueno. Los extremos siempre son malos, lo ideal sería quedarnos con la dosis justa y como mínimo mantener algo de equilibrio en nuestras vidas sin que afecte demasiado a la salud física, psíquica y espiritual.
    Una grandiosa reflexión nos dejas una vez más, Harolina. Gracias por compartir con nosotros tu sabiduría.
    Un abrazo inmenso que envuelva tu bello Ser. Disfruta mucho del resto de semana querida amiga.

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    1. Bien lo dices querida Marina, es complicado mantener ese equilibrio y cuesta controlar nuestras emociones para que no nos desborden, pero creo que después de todo estamos bastante entrenados y salimos a flote de las más estrepitosas situaciones, ja, ja.

      Gracias por las huellas, recibe otro gran abrazo.

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  4. ¡Hola, Idalia! "la ecuanimidad es más bien un proceso de reordenación inmediata de nuestras emociones, para dominarlas y no dejar que ellas nos dominen y nos desborden hasta el punto de perder los estribos y descontrolarnos". No puedo estar más de acuerdo con tu afirmación.
    Pienso que primero es la emoción y luego el razonamiento. Y esto es fácil de comprobar con un simple ejemplo. Imaginemos un accidente de tráfico, ahora pensemos que el responsable es un familiar cercano o un desconocido. El mismo hecho, emocionalmente cambia por completo. En el primer caso, nuestra sentimiento emocional cercano con el responsable nos llevará a razonar justificaciones que de alguna manera reduzcan su culpa; en el otro, nos dominará la ira y el sentimiento de venganza frente a quien circulando como un loco ha provocado el accidente.
    Ser ecuánime es, como dices, separarte de la emoción y sustituirla por la información que, una vez recabada, nos haga tomar perspectiva del hecho y racionalizarlo.
    Esto, a veces se aprende con la edad, pero me da que tiene mucho más que ver con la genética. Hay personas que tienden a la racionalidad y otras puramente emocionales, el tiempo puede atemperar ambas personalidades, pero como dice el refrán al final la cabra tira al monte.
    Tu reflexión me ha parecido muy oportuna hoy día. Si uno pone la televisión, el contenido de los informativos es exclusivamente emocional en el tratamiento de la noticia, pienso que de manera intencionada. Con ello posiciona a la población en una determinada corriente de pensamiento, en lugar de invitarla a informarse de las muchas aristas que cualquier acontecimiento presenta. Corren malos tiempos para la reflexión y la ecuanimidad... pero siempre encontramos tu blog esa oportunidad para usar las neuronas. Un abrazo!!

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    1. ¡Hola David!

      Que bien lo señalas David, "primero es la emoción y luego el razonamiento", así es, o al menos debe ser, para no perder los estribos. El ejemplo es fenomenal, pues es exactamente como nos comportamos...

      Pienso que más que aprenderlo con la edad o la genética, se aprende con el ejemplo, si venimos de padres ecuánimes, que se controlan y comportan en control, sin exabruptos, y crecemos en hogares pacíficos y sin violencia, es muy probable que imitemos su accionar, desde luego eso no quita que haya sus excepciones, como bien dices, hay diferencias de carácter y al final la cabra tira al monte, muy buena esa acotación del refrán.

      Por eso es que ni me acerco a la TV y menos a los noticiarios, y ni veo los periódicos, nos inducen hacia una corriente de pensamiento suicida...
      El final de tu comentario es halagador, gracias y que pases bien lo que resta del mes. Te envío otro abrazo de vuelta.

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  5. Hola, mi querida Harolina.

    Creo que es difícil ser ecuánime en todo momento, precisamente por las "formas" externas que pueden pasar a ser internas y ello, nos condicionan emocionalmente. Vivimos en un mundo dual, resulta complicado separar lo emocional de lo racional. Por supuesto está la experiencia de cada día, y el querer madurar internamente para conseguir al menos, el equilibrio necesario para que no nos afecte tanto a nivel emocional los sucesos que acontecen en nuestra realidad. Tu reflexión me lleva a pensar que, todo trabajo espiritual requiere de mucha consciencia en todo cuanto se hace, se dice y se piensa, y buena dosis de fuerza de voluntad, solo así, creo que se puede conseguir un estado de equilibrio adecuadamente sano, y tal vez, una vida no es suficiente para lograrlo, pero eso sí, en nuestra conciencia queda el aprendizaje.

    También me lleva a reflexionar sobre otra cuestión leyendo esa hermosa historia que nos dejas del jardinero; fuera toda resistencia, dejar que la vida nos vaya visitando suave... cómo al árbol, y nos retengamos nada en la mente que nos pueda dañar a nivel emocional o físico.

    Un lujo de entrada, amiga, y también como siempre las imágenes te han inspirado muy bien, nos has dado detalles que complementan tu reflexión.
    Gracias ❤️
    Un abrazo álmico, y muuuuuuchos besos a Malik.

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    1. Queridísima Mila, qué comentario tan generoso y jugoso, mil gracias por esa retroalimentación que nos dejas.
      Al igual que tu, pienso que una vida no basta para alcanzar ese equilibrio interno / externo y llegar a ser ecuánimes en todo momento y lugar, pero puesta toda nuestra atención en los hechos, sin filtros o prejuicios, creo que es ahí donde la consciencia está a cargo y no la mente humana y emocional, que es la que nos hace meter la pata (como se dice en buen español).

      Gracias por ese otro buen punto que resaltas de la historia del jardinero, ese no oponer resistencia y dejarse fluir con suavidad, deshaciéndose de lo innecesario y dañino...

      Debo decirlo amiga, un lujo de comentario, y gracias por lo que dices sobre las imágenes, creo que ellas me encuentran a mí, ja, ja.

      Malik está precioso y va creciendo bien, lo veo menos desde que cumplió el mes, ahora estoy cuidando de mi hermana Milli, que está operada del talón de un pie y la tengo en mi casa para que pueda restablecerse mejor, así que estoy feliz con ella aquí haciéndome compañía como en los mejores tiempos nuestros, pena que sea por esa razón, y que yo no este tan fuerte y joven como antes para atenderla como se merece, pero va mejorando de a poco.

      Otro fuerte abrazo para ti querida amiga. Espera mi correo el domingo.

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  6. Hola, Idalia.
    Dame un poquito de esa ecuanimidad que nos nombras, :)
    Creo que es imposible controlar las emociones, uno puede batallar con ellas para que no se desborden, pero no creo que se puedan tener bajo llave, más sin influencias externas que harán que éstas varíen y se expongan a altos y bajos continuos. Otra cosa será la entereza en la que la exposición nos hará reaccionar, que vendrá ligado a las experiencias pasadas, y lo que hemos aprendido gracias a ellas. La felicidad y la tristeza son estados que van ligados de la mano. Si uno está expuesto, es casi imposible no sentirlos diariamente, otra cosa es, qué hacer o cómo reacción al suceso en sí.
    Muy buena reflexión, encantada de leerte de nuevo.
    Un beso enorme.

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    1. Hola Irene, qué hermosa sorpresa encontrarte de nuevo aquí y en tu blog, ya te dejé mi comentario alla, me alegra mucho que hayas publicado, y que estés tan bien de ánimo, pues tu entrada transmite alegría al leerte y se te percibe entusiasmada con la vida, lo celebro contigo y por ti, linda jovencita.

      Gracias por lo que comentas Irene, y ya quisiera yo tener mucha ecuanimidad y que me sobrara para regalar, ja, ja, vamos transitando y aprendiendo, que es lo más importante, y quizás la palabra correcta no seria controlar las emociones, sino más bien "transmutarlas" antes de dejarlas salir a que exploten y hagan daño, encerrarlas bajo llave jamás, es lo más dañino que podemos hacer.
      Lo expresas genial al final, estamos expuestos a diario a las emociones fuertes, una cosa es sentirlas y otra cosa es cómo reaccionamos ante lo que sentimos, es ahi donde esta la clave de la ecuanimidad querida, una muy sabia contribución la que haces.

      Recibe un fuerte abrazo y otro beso para ti.

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