martes, 14 de junio de 2016

Diferencias muy marcadas

Hola queridos lectores, en esta ocasión quiero compartirles la experiencia vivida en mi caminata vespertina del domingo 5 de junio (por cierto día dedicado  al medio ambiente).

No sé si les he comentado que no medito de la forma que generalmente lo hace la mayoría de los que ejecutan esta milenaria práctica, para mí meditar es una sensación o necesidad de paz y relajación que surge en un momento específico o indicado, no algo metódico y rutinario, así que medito en cualquier momento y lugar, cuando siento la necesidad, solo surge así no más, sin proponérmelo. Me enfoco y armonizo con energías que me conducen hacia una determinada corriente en el interior del cosmos, allí me instalo y me dejo Ser, sin necesidad de controlar o eliminar los pensamientos, los dejo fluir y encuentro respuestas, surgen ideas, elevo mi deseo de bendecir a la tierra y todo lo que en ella habita, siento amor y lo fomento a través de mis pensamientos amorosos a todo lo que Es, experimento una especie de conexión amorosa con todo lo que me rodea y puedo visualizar durante ese estado de paz interior, me conecto de corazón a corazón con el Todo.


Pues bien, es algo inevitable que esas caminatas vespertinas despierten esa necesidad o sensación de gozo y plenitud y me inviten a meditar, así que son una de mis meditaciones favoritas, en compañía del sol y en contacto con la naturaleza, el mar que puedo visualizar desde lo alto del parque, las aves y la gente, personas que se cruzan a mi lado dándome la oportunidad de conectar muy de cerca con ellas a través de una mirada o una sonrisa, de un hola o un intercambio de olores, o simplemente de energías y comunicaciones telepáticas muy directas. 
Suelo ir caminando al compás del viento, de las olas y el sudor que corre por mi cuerpo, del vuelo y el canto de las aves, sintiendo alegría de estar viva y activa, con la cadencia de una contagiosa canción que resuena en mi ser al unísono con todo, es como si todos los que estamos entonáramos a coro un hermoso himno, ahí me siento libre, ligera de equipaje y feliz de Ser, y de estar en el lugar correcto y a la hora indicada para fluir cual río juguetón, junto a todo ese conjunto armónico de vida y amor. 

Resulta que esa tarde en ese momento mágico de meditación, que puede durar casi la hora completa que más o menos suelo caminar o solo diez minutos que parecen una eternidad por el gozo que experimenta mi alma, presencié algo que me sacó del estado meditativo y siento la necesidad de compartirlo con ustedes, tal vez no entienda la razón de hacerlo, pero estoy segura de que al hacerlo habré cumplido el cometido de presenciarlo.

Les cuento que los domingos van muchos padres con sus hijos al parque donde camino, que en ciertas horas del día durante toda la semana es solo peatonal y para bicicletas. Un lado de la vía, la cual está dividida por una isleta es peatonal y para los patinadores, el otro es para que circulen las bicicletas, precisamente de este lado pude ver a una señora joven con sus tres niños montando bicicleta, el menor que posiblemente no llegaba a los 3 años, iba en la bicicleta de la madre en un asiento posterior, especial para llevar los pequeñitos. 


La madre iba alterada y hecha nervios, les llamaba la atención constantemente, especialmente al segundo como de 6 años, le insistía en que tuviera cuidado, que si no lo estaba haciendo bien, que fuera despacio, que si esto y lo otro… La mayor de más o menos 9 años, se veía muy insegura, iba sumamente despacio, fue abochornada de mala manera porque frenaba con los pies.
    

La forma de la madre distaba mucho de poder disfrutar la experiencia y hacerlos pasarla bien y alegrarles el momento, estaba alterada emocionalmente y los chicos iban sumamente despacio y muy temerosos pues no les permitía fluir, no demostraba su confianza en ellos y su accionar.  
Los acompañaba un joven que no se si sería un empleado del lugar donde se alquilan las bicicletas o alguien conocido que decidió acompañarla, iban conversando entre los gritos y nervios de la madre.

Como iban despacio en las bicicletas se podría decir que iban en paralelo con mi caminata, la ausencia de alegría y entusiasmo en esos dos niños me llamaba la atención.
En un momento el niño se distrajo diciéndole algo a la madre y se salió del carril en que iban, detrás venia una chica que iba a rebasarle al niño y al salirse este del carril la obligó a hacer un giro y frenar para no atropellarlo, la madre se puso más nerviosa de lo que estaba, le llamó duramente la atención al chico, se detuvo y decidió pegarle diciendo lo siguiente: “Para que te atropellen y te pase algo malo, prefiero darte yo para que entiendas”, la chica siguió su camino y solo sonrió.

Como se detuvieron y yo seguí mi caminata no los volví a ver, pero al minuto siguiente, a mi lado, en contraste con esa situación pude ver una pareja muy joven que venían caminado junto a su pequeño hijo que montaba bicicleta, les cuento que este niño era más pequeño, como de 4 años, iba solo delante y bastante rápido, me percaté de que la bicicleta no tenia ruedas pequeñas para ayudar a equilibrarlo y me sorprendió ver lo seguro y feliz que iba y la tranquilidad y confianza de sus padres, los tres lucían felices y sonreían.


Dos historias paralelas, pero con diferencias de comportamiento muy marcadas, es probable que si la señora de los tres niños hubiera estado acompañada del padre de sus hijos, la actitud de ella fuera diferente, ya no se sentiría la única responsable, delegaría parte de esta responsabilidad en el padre y hubiera estado en mejor control de sus emociones. Esto es una posibilidad, pero debo admitir que también hay personas altamente nerviosas y controladoras, desesperantes e irritantes, que no dejan que los demás se expresen y tengan cierto grado de libertad, esto muchas veces hace que sus compañeros busquen excusas para mantenerse alejados.

Si bien es cierto que estos últimos venían con su pequeño en la bicicleta por el área peatonal, en el carril para los patinadores, no es menos cierto que la actitud y comportamiento de los padres tiene una influencia muy marcada en la actitud y comportamiento de los hijos. Si los dejas Ser y les demuestras que confías en ellos y que pueden hacer lo que se proponen, de seguro que tendrás hijos desenvueltos, seguros de sí y emprendedores. Si haces todo lo contrario y los sobre proteges y no les permites desarrollar su potencial, es casi seguro que tendrás hijos temerosos, inseguros y perdedores. 


Y pensar que el parque es sumamente grande y dentro de él hay espacios especialmente para los chicos jugar y montar bicicleta sin ningún peligro ni riesgo, yo misma lo utilizaba cuando subía con mis hijos de pequeños. La avenida también es segura (ya que a esas horas es peatonal), pero no para madres histéricas, habían muchos niños circulando alegremente por ella en compañía de sus padres, disfrutando la ocasión, sin tanto control y nerviosismo.

Como podrán apreciar, cada quien con lo suyo ya que cada cabeza es un mundo, pero les cuento esta experiencia para que si por casualidad se ven en una situación similar, sopesen si están siendo lo suficientemente comprensivos, arriesgados, amorosos y confiados en sus hijos, hay que guiarlos y cuidarlos con amor, dedicándoles tiempo y estando presentes en sus vidas, esos primeros años son cruciales para desarrollar su personalidad y autoestima, sin necesidad de atrofiarlos o amargarlos y menos a tan temprana edad.

Muchas madres llevan demasiada responsabilidad sobre sus hombros, muchos padres no ejercen su rol con todas las implicaciones que conlleva y muchos hijos sufren estas situaciones tan dolorosas callados y resignados, pero...
¡Que infelices son!

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

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