domingo, 11 de octubre de 2015

La costumbre de reaccionar

Al igual que en ocasiones tenemos tendencia a la calma y ser como la brisa suave, por momentos o períodos, perdemos la compostura y nos convertimos en huracán, arrasando con todo a nuestro paso, o estremeciendo y sacudiendo todo como un terremoto, o derramando todo nuestro fuego interior convirtiendo en cenizas todo lo que tocamos como lo hace un volcán.


La pregunta es ¿Por qué? ¿Por qué necesitamos reaccionar a todo?

Debido a nuestra naturaleza animal, así somos de temperamentales y cambiantes, de reactivos, fáciles de sacar de sus casillas, hasta que nos domesticamos y aprendemos a controlar nuestras emociones y a centrarnos por completo en la armonía del ser. Cuando lo hacemos nada que ocurra puede alterar nuestro estado de paz y armonía interior, por lo tanto no tenemos la necesidad de explotar. Incluso muchos animales logran hacerlo, no responden a todos los estímulos, son muy selectivos a la hora de reaccionar, más bien accionan, pero obedeciendo a una guía interior, no externa.          

Siendo así ¿Por que a nosotros se nos dificulta tanto lograr este estado de armonía, de sabiduría innata, por qué somos tan externos, como si no fuéramos parte de este planeta, de esta madre naturaleza, por qué estamos menos afinados y conectados que el resto de los seres vivos con el universo? ¿Por qué ese descontrol de la humanidad que nos hace tan inhumanos?

¿Por qué la costumbre de reaccionar, al frio, al calor, al dolor, a la provocación, a la alegría, al gozo…? ¿Por qué no podemos permanecer pasivos, centrados y alineados? ¿Por qué la razón nos hace tan diferentes de los irracionales?

Por falta de control mental sin duda, de control emocional y espiritual, en fin por falta de equilibrio, por estar descontrolados bajo la influencia de la programación y del miedo, es tanto así, que muchas veces reaccionamos antes de que aparezca el estimulo, con tan solo ver la intención ya estamos reaccionando, a un intento de agresión, de conducta repetida, aprendimos a reaccionar, a defendernos y protegernos al igual que cualquier animal, pero también aprendimos con la ayuda de la razón a reprimir y evitar otras sensaciones, a no dejar que las cosas solo sucedan, estamos fuera del foco real, sometidos al espejismo, con los tornillos flojos, lo que nos hace descarrilarnos y colapsar, o lo que es peor, irnos por el barranco.

Echemos a un lado esa costumbre de reaccionar a todo y empecemos a tomar acción por la guía interior, a descubrir que somos más espíritu que materia, que podemos superar las adversidades, soportar las calamidades, sopesar las actitudes, vencer nuestros miedos y salir ilesos, pues tenemos un espíritu invencible. 

A continuación un vídeo que bien sirve para documentar gráficamente el mensaje expresado.



Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente. 

Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe:
http://issuu.com/elcaribe/docs/dn_20151130?e=1423128/3825453

Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.

4 comentarios:

  1. ¡Hola, Idalia! Qué buen artículo y toque de atención. Lo escribiste en 2015 pero me temo que la sociedad de ocho años después parece incidir aún más en el error que comentas. Parece que vivimos inmersos en un estado permanente de ofensa, cualquier cosa que salga un milímetro de nuestra idea lo afrontamos como un ataque personal frente al que hay que defenderse.
    Basta darse una vuelta por esas redes sociales del demonio para comprobar que cualquier matiz a una opinión se torna en una sensación de ataque personal, y eso que los usuarios ni siquiera se conocen.
    Quizá es que estamos tergiversando cosas como el orgullo personal con la beligerancia, nuestro derecho de pensar u opinar con la tozudez. No sé, alguien dijo que lo importante es saber elegir tus batallas y, desde luego, no meterte en aquellas que no llevan a ninguna parte, que son prácticamente todas.
    Un artículo para leerlo como un medicamento para la vida. Un abrazo!!

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    1. David, de nuevo muchas gracias por llevarme a revivir estas entradas.

      Lo lamentable de eso que señalas, es que deja ver que los años no han servido para mejorarnos como personas civilizadas, y es que cada vez hay mas y mas miedos en nuestras neuronas, o quién sabe dónde, y porqué.

      Respecto a lo que dices al final, que me ha gustado mucho, una amiga de mi hija Emilia, cuando se habla, o se critica algo que no le atañe directamente a ella, suele decir, "esas no son mis batallas", que guarda relación con eso de saber elegirlas y no perder tiempo en las que no conducen a nada.

      Mil gracias por tus huellas, un fuerte abrazo

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  2. Hola Harolina.
    Tienes razón, estamos tan inmersos en una espiral de violencia y agresiones, que muchas veces nos sentimos agraviados y reaccionamos antes de que aparezca el estímulo. Con tan sólo ver la supuesta intención, ya estamos reaccionando a un intento de agresión (a veces, injustificadamente).
    Aprendemos a reaccionar, a defendernos desde la más tierna infancia, y eso está bien. Pero también debemos aprender a evaluar la realidad y manejar nuestras emociones con la ayuda del sentido común, con ecuanimidad (una palabra tan importante, de la que hablas en otra entrada que acabo de leer) evitando el descontrol y las reacciones sobredimensionadas.
    Es cierto que los medios de comunicación no ayudan. Y no todo es tan horroroso en este magnífico planeta. Las redes sociales son sólo instrumentos, pueden desquiciarnos o acercarnos a seres maravillosos con los que compartimos reflexiones. A veces, basta una actitud para cambiar tu entorno. Sobre decir que ¡me encantó el video! ¡Aunque sea naif!
    Un abrazo.

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    1. Marlen, muchas gracias nuevamente por acudir a leer por sugerencia de David, y también por dejar tus huellas que refuerzan la reflexión.

      Los medios tienen su cuota y las redes sociales, bueno yo solo tengo este blog y no uso redes sociales, en ese sentido me siento liberada de tanta toxicidad, ja, ja
      El video, como bien dices es naif, pero nos da una idea de lo alterado que vivimos y de como respondemos ante los encontronazos de la vida, exaltados y nerviosos, locos por desahogar nuestra rabia interior.

      Gracias y un abrazo.

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