jueves, 12 de septiembre de 2013

Destellos de sabiduria

Cuando empezamos a despertar a la vida, y a entender un poco mejor el objetivo y finalidad de esta, adquirimos cierta sabiduría o certeza de cosas que no nos enseñaron nuestros padres, ni maestros ni ningún libro. Es como cuando acabas de despertar de un profundo sueño reparador y pierdes momentáneamente la noción de todo, hasta que por fin te despiertas bien y estás alerta y recuerdas…, sabes perfectamente quién eres y dónde estás, todo esto ocurre en fracciones de segundos.  



Lo mismo pasa con el despertar de la conciencia, sabes cosas, las puedes afirmar sin temor a equivocarte, la diferencia aparentemente es que en esta ocasión no sabes cómo lo sabes, no conoces la fuente, pero en realidad sí la conoces, lo que ocurre es lo mismo, recuerdas…, cosas, aprendizajes, conocimientos, tienes percepciones e intuiciones aprendidas en un pasado reciente o tan remoto como la humanidad misma, esos recuerdos aparecen como un destello y ¡Zas! Se te hizo la luz, tu cerebro comienza a pensar y a razonar de manera diferente. Tu razonamiento ya no parte de una duda, si no de una certeza y a partir de aquí empiezas a crecer, saber, intuir, asegurar y sobre todo a sentir y ver el mundo de una manera completamente distinta. Si eras huraño, te vuelves mas sociable y confiado, si eras alegre tu alegría se multiplica, si te creías superior empiezas a ver el valor de los demás y a igualarte a ellos, en fin te conviertes indudablemente en una mejor persona, lo cual debería ser uno de nuestros mayores objetivos en este plano físico.



Al principio esos destellos de sabiduría, como los llamo, suelen ser muy espaciados, luego según vamos despertando y desbloqueándonos, o sea, adentrándonos cada vez más en nosotros, en nuestro interior, estos se vuelven más frecuentes y comunes y ocurre algo sorprendente, “al adentrarnos, salimos”, me explico, mientras más profundo penetre dentro de mí, más expuesta estoy, más libre y más me identifico con el mundo exterior, lo veo con ojos nuevos, diáfanos, lo veo como me veo a mi, vivo y lleno de vida, rebosante de energía pura y concentrado en crear belleza y expandir amor por todas partes, veo cosas buenas y maravillosas y aunque las estadísticas digan lo contrario pienso que el mundo es todavía un lugar agradable para vivir.

Claro está que ese pensamiento, aunque es real, al irse el destello también se va, y me aflijo al pensar en lo difícil que se ha puesto este mundo para vivir alegremente en él, pues veo otra aparente realidad a mi alrededor, ya que las estadísticas de las cosas positivas ni se calculan ni se publican en los medios, solo las negativas. Lo que me dice que debemos trabajar duro para poder mantenernos adentrados en nosotros mismos, conocer nuestra belleza interna y sacarla a relucir al exterior embelleciéndolo. Debemos ver la vida y el mundo al revés, desde adentro de nosotros hacia afuera y no cómo lo vemos, de afuera hacia adentro, debemos reflejar el mundo y no que él se refleje en nosotros. 



Nuestro ser interior, su pureza, es una especie de filtro que desecha todo lo contaminante y toxico que existe afuera, exactamente como funciona nuestro cuerpo físico internamente, renovándose y limpiándose constantemente, así mismo debe funcionar nuestro cuerpo emocional y energético, nuestro cuerpo astral, renovando y limpiando todo lo que lo puede contaminar e intoxicar nuestro mundo. Somos los riñones, hígados, pulmones, etc., del planeta, juntos conformamos el corazón mismo de este. Cuando esos órganos dejan de ejercer sus funciones adecuadamente en nuestro cuerpo físico, enfermamos y hasta morimos, del mismo modo si nuestro cuerpo astral deja de ejercer esas funciones, el planeta enfermará y morirá.




Es por eso que nuestro fin primordial es la iluminación, que no es más que eso, estar claros y conscientes de nuestro poder interior y usarlo como es debido. Los destellos, son el comienzo, ayudan, pero no debemos quedarnos ahí, hay que seguir aumentando esos destellos en frecuencia y longitud de frecuencia hasta que se hagan tan continuos y prolongados, que los espacios de oscuridad entre ellos no existan, o sea, hasta que solo veamos luz radiante, hasta que masivamente alcancemos la iluminación y nuestro planeta, que es nuestro hogar, ante los ojos del universo, brille igual que una estrella, como si tuviera luz propia.           



Harolina P. Fluyendo armoniosamente.


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