Diciembre marca el mes de la Navidad, época de revuelos y algarabías festivas: alegrías, belleza, colorido, villancicos y canciones de esperanza, reuniones familiares y regresos a casa, buenas comidas, dulces especiales, afectos, regalos…
También para muchos es una época de tristezas profundas por pérdidas humanas, carencias materiales y ausencias de todo lo expuesto anteriormente… Pero es un periodo de gracia, de solidaridad, tiempo de dar y recibir.
De agradecer a la vida, al supremo y divino creador de todo el cosmos, el orden establecido y el amor. Es tiempo de armonía y paz.
La vida es y al parecer ha sido siempre un abanico de contradicciones, de incoherencias, de aparentes olvidos y desigualdades, donde mientras unos celebran a lo grande, otros lloran su miseria y dolor también a lo grande.
Con todo lo que hoy está ocurriendo a nivel mundial en los diferentes lugares del planeta, una tregua suena a gloria.
Un abrazo fraternal a una persona en soledad le abriga el alma.
Una mirada cariñosa y quizás una piadosa al enemigo, calme la ira irracional.
Una sonrisa amable, un perdón auténtico y un fuerte apretón de mano.
Una ayuda, una oración plena de fe y sinceridad.
Un bonito regalo a un niño desamparado, que lo colme de alegría y le devuelva momentáneamente la inocencia perdida y la fe…
Sin lugar a dudas hay cosas que no tienen precio monetario, pero son acciones que están plagadas de valor universal, de amor…, y abren de par en par las puertas para regresar a nuestro cielo ancestral.
Parar de sentir tanto dolor ajeno, de ver tantas injusticias, indiferencias y estupideces humanas.
Tanta incansable y agotadora lucha por la supervivencia social ante el descalabro de los valores humanos, y desterrar el deseado protagonismo que hoy nos corroe por dentro y pretende llenar ese vacío existencial por falta de amor propio y a los demás.
Hace un par de años o menos, alguien me regaló unas semillas de Flamboyán “enano”, eso me dijo, y como es uno de mis árboles preferidos, las sembré con toda la ilusión del mundo de verlas florecer.
Se prendió pronto (bendigo mis manos), y creció mucho más de lo que esperaba, y hace unas semanas me regaló las primeras flores.
Para mi sorpresa también echó vainas, haciéndome recordar el dicho que “los matrimonios son como el flamboyán, primero las flores y después las vainas”, ja, ja.
Esto ha sido un bello regalo para alegrar mi estado de ánimo, y recordar que no debemos perder las esperanzas, aunque haya pocas posibilidades de éxito.
Les muestro algunas fotos de la planta. Ha crecido mucho y como pueden ver ha brotado un segundo ramo de flores y me parece que viene otro ramito más de ellas.
Esto lo comparto por el mensaje intrínseco que veo en ello, no todo es tragedia y amargura, en cualquier rincón del planeta la vida se abre paso regalándonos su belleza y llenándonos de esperanza, a pesar de los pesares.
Han pasado ya unos buenos años que hice este muñeco de nieve con globos de abanicos de techo que no suelo usar porque restan claridad a los espacios, lo bautizamos como Fulgencio, su aspecto un poco triste me recuerda que no todo en navidad es alegría.
La vida es un mar de risas y llanto, de luces y sombras, y más que todo de esperanza, donde el amor o el desamor, es la llama que motoriza todo nuestro sentir y accionar. Hagamos de una vez por todas que esa llama se mantenga accionada siempre por el AMOR.
Con esta entrega quiero dejarles mis mejores deseos de amor, paz y armonía espiritual y emocional.
Que pasen unas maravillosas y reflexivas fiestas de navidad y año nuevo con
BUENA SALUD, Y UN GRAN ESPÍRITU NAVIDEÑO DE GENEROSIDAD, Y MUCHA GRATITUD POR EL PRIVILEGIO DE COMPARTIR QUE ES LA VIDA.
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