martes, 15 de noviembre de 2016

Todavía me falta...

Ayer una amiga muy querida estaba de cumpleaños, y contrario a lo que generalmente sucede, ella vino a visitarme a mí. Justo en el momento en que me disponía a llamarla para felicitarla, me llamó para decirme que estaba en el frente de mi casa. 
Fue una grata sorpresa, pasamos un buen momento juntas a prima tarde, y entre conversaciones y conversaciones, ella me preguntó cómo estaba mi insomnio, le contesté que ya dormía relativamente bien, con interrupciones pero en seguida retomaba el sueño, cosa que antes me resultaba casi imposible. Le sorprendió mi respuesta y me preguntó cómo lo logré, y si ya no me afectaba que los hijos estuvieran hasta tarde en la noche fuera de la casa. Le dije que había aprendido a soltar, a dejar de querer controlar todas las cosas y que le encomiendo los hijos a Dios, que los quiere más que yo. 


Aunque esto sea un decir y pueda ser tomado como una irresponsabilidad de mi parte por algunas personas, la realidad es que ya son bastante adultos (la menor ya tiene 25) y hay cosas que ya no me corresponden a mí el sentirme responsable por ellas. Ya los crié, los eduqué y los guié, todavía puedo aconsejarlos y de hecho lo hago, incluso los regaño y les exijo ciertas reglas a cumplir dentro y fuera del hogar, pero ya ellos, como adultos, son responsables de su persona, deben y tienen derecho a vivir, a disfrutar, a tomar sus propias decisiones y riesgos, aprender a defenderse y desenvolverse frente a las adversidades y los peligros de la vida, y encarar las experiencias que ellos como seres libres que son, decidan vivir, eso hace unos cuantos años lo acepté, pero lo comprendí hace menos, y entendí que lamentablemente yo no soy omnipresente, omnisciente ni omnipotente, así que solo me queda confiar en que estarán bien, a veces los siento llegar y otras veces no.

Ella me pidió la fórmula, me dijo que tenía que decirle como lo había logrado, pues un familiar cercano estaba atravesando por problemas de insomnio, porque no paraba de pensar, y ella, aunque no precisamente por los hijos (ya todos viven fuera de la casa), necesitaba aprender a soltar los problemas. Lo cierto es que no pude evitar regalarle una sonrisa y decirle que lamentablemente no tenía una fórmula que darle, que eso se aprende con la experiencia que da la vida, y que en mí, precisamente ese no para de pensar y maquinarlo todo para estar en control, era una de las grandes razones de mi insomnio. Respecto a lo de soltar, ella lo iba a aprender por sí misma, aceptando que en muchas de las situaciones que ella vive, no tiene ninguna cuota de responsabilidad y no le corresponde solucionarlas. Así de simple es, pero que difícil se hace comprenderlo y ejecutarlo. 


A mí me tomó muchos años, todavía estoy trabajando algunos puntos débiles, pero llega un día en el que te cambia el chip y dejas atrás una forma de pensamiento y de conducta muy dañina, para tomar otra que pronto descubres que es la ideal. Pareciera que una dice hasta aquí, y que lo consigue como por arte de magia, la mente incluso te quiere jugar sucio, el ego te quiere hacer alardear, pero no, sabes bien el alto precio que tuviste que pagar, las mil y una noches de insomnio, las angustias, desdichas, desilusiones, mortificaciones, enfados, rabias reprimidas, enfermedades, sufrimientos…, y todo por querer estar en control de todo, lo que te corresponde y lo que no te corresponde, lo que puedes y debes solucionar y lo que no. Entonces una cosa no te deja hacer la otra, la que sí está a tu alcance, puedes afrontar y debes solucionar.

No, no es en un día o dos, en un mes o dos, en un año o dos, se lleva toda una vida trabajar en ese proceso, incluso es muy probable que se lleve más de una vida en ello, es imposible resumirlo en una fórmula, en una teoría vaga e insustancial, sencillamente hay que vivirlo día a día. Desde luego, a unos les tomará menos tiempo que a otros, pero lo que sí es seguro, es que hay que guayar mucho la yuca y los dedos, para aprender a guayarla. Lo mismo para aprender a vivir (es imposible no salir lastimado), y hay que estar receptivos a ese aprendizaje, pues la vida te va enviando señales, que si dejas pasar, tendrás que esperar a la próxima señal, incluso hay personas que nunca llegan a aprender a soltar ni en una vida ni en diez, y viven acumulando y eternamente amargados. 


A veces hago una retrospección a mi vida y me veo hace unos cuantos años atrás, creyéndome tan madura, inteligente y sabia…, pero que lejos estaba de serlo, todavía lo estoy, queda mucho camino por andar, todavía a veces, aunque muy pocas ya, me suelo enfadar, preocupar, molestar, angustiar…, si, todavía faltan muchas cosas por soltar, aprender, cambiar…

Todavía me falta mucho aprendizaje de vida, para trascender y acabar de despertar. 

I. Harolina Payano T. Fluyendo armoniosamente. 

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