Hace días me topé con este imponente árbol, me emocioné al ver el entramado de sus entrelazadas raíces exteriores, me deleité ante su esbeltez y la belleza de su tronco tan peculiar, su conjunto deja ver el tiempo que lleva ahí, repleto de historias para contar…
Sentí una necesidad imperiosa de tomarle un par de fotos con mi anticuado celular, y aquí están, me fue imposible abarcarlo completo desde la distancia a la que estaba, que era muy cerca de él.
Este, como tantos otros árboles, es parte de la divinidad de mi tierra, sus raíces parecen serpientes queriendo llegar al tronco, pero no son más que fuertes ramas rastreras que le dan la fuerza para sostenerse y seguir erguido, al igual que se la dan las ramas aéreas para soportar el soplido del viento sin derrumbarse.
Admirarlo, me llevó a pensar que así somos nosotros, los humanos, somos raíces de un mismo árbol y nos conectamos e interactuamos para mantenerlo en pie.
El árbol que conformamos los seres humanos, en el que cual serpientes nos movemos sigilosos, nos aglomeramos y hasta nos peleamos por mantenernos arriba, queremos que nos vean y admiren, porque nos hace sentir útiles o importantes… Lleva por nombre “Ambición”, y tiene una gran variedad de frutos, unos comestibles y jugosos que nutren el cuerpo y la mente, otros venenosos que enferman el alma, pero que lucen más apetitosos aún, ya que se camuflajean entre los otros luciendo tentativamente atrayentes.
Lamentablemente casi siempre caemos en el engaño y nos alimentamos, o mejor digo, nos mal nutrimos con los frutos venenosos, y más tarde, cuando a veces no hay un antídoto para remediarlo, nos damos cuenta del error.
No quiero decir que ambicionar sea algo nocivo, lo que digo es que centrarnos en la ambición (esa que deslumbra), aferrarnos a ella como fuente de la vida, es perjudicial y adictivo, provoca nuestra infelicidad.
Hace poco leí la siguiente frase, la cual encierra una gran verdad y realidad:
“Nos pasamos la vida deseando miles de cosas que creemos necesitar, cuando en realidad las cosas que verdaderamente necesitamos nunca nos faltarán”.
Como bien lo dijo Gandhi, “La tierra proporciona lo suficiente para satisfacer la necesidad de cada hombre, pero no su codicia”.
Para terminar, dejo este fragmento del libro de James Allen titulado “Como un hombre piensa, así es su vida”, que está en el último capítulo, identificado como, Serenidad.
“Aquel equilibrio de carácter que nosotros llamamos serenidad es la lección final de la cultura; es el florecimiento de la vida, el fruto del alma. Es precioso como la sabiduría, ha de ser más deseado que el oro – sí, más que el fino oro. Cuán insignificante se ve quien sólo busca el dinero en comparación con una vida serena – una vida que mora en el océano de la Verdad, por debajo de las olas, fuera del alcance de las tempestades, ¡en Eterna Calma!”
Comparto el enlace a una anterior entrada del blog que trata el tema de la ambición.
Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.
Hola, Harolina!
ResponderBorrarMuy buenas las fotos, a pesar de la antigüedad de tu celular. Al menos fueron lo suficientemente buenas para explicar tu reflexión.
Me gustó. A veces sucede que tus reflexiones dan justo en clavo respecto al momento que uno está viviendo. Me dejas pensando.
Te mando un fuerte abrazo de esos que se aferran como las raíces de un imponente árbol.
¡Hola Federico!
BorrarGracias por la venir y por las palabras, son un buen aliciente para seguir escribiendo, me alegra ser oportuna y dejarte pensando amigo.
Abrazo bien recibido, que tengas una excelente semana. Otro abrazo para ti.
Buena reflexión y hermosos esos centenarios.Feliz día. Un abrazo
ResponderBorrarCarmen, gracias por la visita y las huellas.
BorrarGrata semana, un abrazo.
Me gusta que utilices las imágenes para dar sustento gráfico a lo que explicas con tanta delicadeza. Impresiona observar las raíces al descubierto. Es cómo si viéramos el alma de las personas. Respecto a la ambición humana es un juego peligroso que puede dominar a algunas personas por completo. Creo por ello que sería bueno poder valorar de verdad la importancia de las pequeñas cosas que al final son las que nos hacen felices.
ResponderBorrarAbrazos, Idalia, y gracias por la hermosa manera de diseccionar a la naturaleza humana :)
Miguel, y a mi me gusta que sirvan para eso, es la idea hacer la reflexión más visual y entendible.
BorrarMuy hermoso tu comentario, me sonó a poesia, gracias por las palabras.
Que disfrutes a plenitud esta semana, recibe un abrazo de vuelta.
¡Hola, Idalia! Jo, viendo ese árbol también me vino la imagen en la que las raíces serían miles de humanos llevando a hombros al ídolo que sería el tronco del árbol. Y esa es la ambición, el deseo por ser idolatrado, reconocido y deseado. Para mí esa es la ambición malentendida. Como apuntas, el problema no es ser ambicioso, sino el objeto de esa ambición. Si tus actos solo se enfocan en lograr ser ese humano alzado por el resto es desde luego una vana ilusión. Por contra, la ambición bien entendida como la pretensión de mejorar alguna faceta de tu vida, tanto como persona como en las actividades que desarrolla no por buscar reconocimiento, sino por la propia satisfacción personal de mejorar alguna habilidad, bienvenida sea. Un fuerte abrazo!
ResponderBorrar¡Hola, David!
BorrarMuchas gracias por dejar este enriquecedor comentario, dejando al descubierto lo que pretende esta reflexión, como dije y bien señalas, el enfoque es la diferencia entre ambicionar mejorar ciertas áreas y ser un ambicioso empedernido, un ególatra.
Que tengas una provechosa y alegre semana, recibe un fuerte abrazo.
Te he comentado varias veces mi bella amiga pero el comentario desaparece un abrazo
ResponderBorrarHola Mucha, gracias por venir a visitar y dejar huellas, revisare los spam, se que blogger anda de su cuenta borrando cosas. Feliz semana, un abrazo
ResponderBorrarQuerida Harolina, las raíces de ese monumento ya me hace vislumbrar un árbol anciano y sabio; !Imponente!! Nuestra naturaleza, ojalá supiéramos entender la de estos seres al igual que de la especie animal, y compartir en lugar de codiciar siendo que a veces eso no ayuda a nadie, ni a uno mismo. Los extremos es lo peor, podemos ambicionar algo pero con mesura, y sintiendo que podemos lograr para un bien, sino, desistir. Las guerras se crean también por la estupidez de quienes no saben muy bien lo que quieren, o lo mal saben y siguen...
ResponderBorrarHas hecho una maravillosa similitud entre las raíces y los humanos, así también me parece a mí, y si flaquea uno o algunos no pasa nada pero si son muchos el árbol cae; la vida se desmorona. La cita de Gandhi, genial y sabia como creo que todo lo que nos ha legado, y el fragmento que nos dejas de James Allen , buenísimo.
Gracias, mi querida amiga, por el detalle tan minucioso y bonito de tu observación, y compartirlo.
Abrazo enorme, desde las raíces de mi corazón.
Mila, asi es, anciano, sabio y ¡imponente!
BorrarGracias por estas palabras reflexivas querida, que suman a esta publicación, y por el desglose de su contenido.
Cada cita de Gandhi es un aprendizaje de vida, tremendo su legado. Y el libro de James Allen, es muy enriquecedor.
Gracias a ti amiga, por tu grata presencia y comentario, otro abrazo desde las raíces de mi alma.