Orar es entablar
comunicación con nuestro ser interior, nuestro guía, para a través de este,
establecer conexión con nuestra fuente de amor, nuestro Dios Superior y sostener
una sencilla comunicación de tú a tú con nuestra divinidad. Esta conexión puede
ser superficial o profunda, dependiendo del grado de atención y de la
intensidad y el objetivo del encuentro. Generalmente oramos para pedir, cuando
en realidad deberíamos hacerlo solo para agradecer las bendiciones recibidas y
las que están por llegar (reconociendo que todo lo que acontece es para nuestro
bien), y para establecer un contacto amoroso con lo divino, ya que la mayor
parte del día permanecemos desconectados de nuestra fuente de amor.
Si oramos para
dar gracias, este momento no es más que un gozo del espíritu, una hermosa
comunión donde nos aligeramos y flotamos en el universo permitiendo que la
divinidad nos acune con su amor, o si oramos para pedir ayuda o un favor, donde
sin duda el poder de la oración radica en la fe que le pongamos a lo expresado,
el pedido o deseo no escapa a obtener resultados positivos siempre que
conectemos con la fuente suprema de luz y poder, con nuestro Creador, y
poseamos la receptividad y el entendimiento para escuchar su respuesta, a esta
manera de orara la llamo oración con sentido.
No importa
cuál sea tu religión o tu Dios, sin importar cómo le llames, siempre que pidas
con fe y pongas el corazón en ello, se hará realidad, la metodología no es
relevante. Ahora bien debes estar atento y receptivo pues a veces lo que
pedimos, aún sea con mucha fe, tarda en llegar o no nos conviene recibirlo, ser
pacientes es una parte importante de la oración de petición y ser receptivos y
agradecidos es la otra.
Muchas
culturas y religiones oran o piden con fe para hacer realidad un deseo
colectivo para la humanidad, lo hacen sin importar quien sea su Dios, lo
importante es que creen en él con fe ciega. Cuando esas peticiones perciben un
bienestar generalizado para su comunidad cultural o religiosa, o sea, cuando
ambas piden lo mismo, pero son realizadas por culturas o religiones enemigas y
cada una pide ser favorecida, aparentemente ni una ni otra consigue lo que
pidió, pero en el fondo, sí lo consiguieron, es solo que por ser contrarias y
ambas pedir con fe, se mantuvieron las cosas aparentemente iguales, pero en
realidad algo definitivamente cambió, en ese punto de encuentro de ambas
peticiones hubo un intercambio puro de energías, hicieron una conexión simultánea
de los mismos pedidos, esto las unió con la fuente y ese encuentro cósmico
cambia por completo sus diferencias, aunque no lo noten al principio y cada grupo
siga su propio camino, ya jamás serán rivales ni se odiarán, la conexión entre
ellos y la fuente, creó un hilo irrompible de fuerza y energía pura y limpia, de
amor, pues ambos pusieron el corazón en su petición y esta iba cargada de
bondad para los suyos.
Oración es
comunicación amorosa, es dar gracias por todo el amor y bendiciones recibidas. Cuando
oremos empecemos la conversación dando gracias por la vida y por todo lo que nos
rodea, hablemos de cómo nos sentimos, de la necesidad de orar, de comunicarnos
con lo divino del ser, luego sigamos
conversando y contando todo lo que nos apetezca, antes de terminar, sin que lo
expresemos el Supremo sabrá lo que necesitamos y nos hace falta, que no
necesariamente coincide con lo que deseamos, si ponemos atención y sabemos
escuchar sus respuestas, no nos quedaremos
esperando que se cumpla un deseo que nunca se realizará.
Llegará el
día en que podamos restablecer nuestra conexión continua e ininterrumpida con
la fuente, y no habrá necesidad de orar en la forma que lo hacemos, pues a
partir de ese momento nuestra vida se convertirá en una constante oración, en alabanza,
contemplación y gozo y al fin conoceremos la eterna felicidad.
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