Existe una frase cuyo autor desconozco que
dice lo siguiente:
“Lo que
permanece demasiado tiempo a la vista, se torna invisible por costumbre”.
Esto es una verdad muchas veces amarga,
pues las bendiciones reales de la vida son tan cotidianas que nos pasan
desapercibidas. Muchas de las cosas que tienen un valor incalculable, impagable,
las damos por sentadas y las pasamos por alto.
Un claro ejemplo de esto es: el valor de un
hogar, el tener una familia, unos padres responsables que se ocupen y preocupen
por guiarte, educarte, apoyarte y ayudarte a ser alguien digno y cabal, ser un
ente social valioso; el tener hermanos y amigos con quien compartir, disfrutar
en las buenas y ser solidarios en las malas; el tener hijos, es algo tan común
y natural, sin embargo ¡Cuantos no pueden tenerlos!, las cosas como estas que
constituyen la máxima aspiración del ser humano, carecen de un precio justo que
las pueda pagar, y las apreciamos tan poco...
Poder gozar de salud física, emocional y
espiritual, requiere de un trabajo en equipo excepcional, donde cada persona
que interactúa en tu vida pone su grano de arena para favorecer el equilibrio,
esto, en realidad no tiene precio, y es algo en lo que generalmente ni siquiera
pensamos, y menos aun, notarlo y agradecerlo cuando lo tenemos.
Por eso muchas
veces no somos capaces de poner nuestra cuota, nuestro grano de arena para
mantener ese equilibrio y solo cuando ocurre el desbalance a causa de ser tan
despistados, y somos víctimas de las vicisitudes de la vida y nos visita la
desdicha, es cuando recapitulamos y nos
damos cuenta de la tranquilidad que poseíamos, las bendiciones de las que
gozábamos. Como dice el refrán: “Nadie
sabe lo que tiene hasta que lo pierde”
Además, el poder contar con educadores y
consejeros, emprendedores y empleadores, subalternos y compañeros, supervisores
y asesores, profesionales, comunicadores, artistas, empresarios y gobernantes
que dan lo mejor de sí, para el bien común de la sociedad en general y del
individuo en particular, y para rematar, con un hermoso planeta que nos cobija
y nos proporciona todo lo necesario para vivir felices, definitivamente que es
lo máximo.
Por bendiciones como estas y por muchas más
que agradecer, no permitas que la cotidiana ceguera te robe la alegría de los
mayores gozos de la vida, de vez en cuando apaga la luz y reflexiona, pues como
dijo alguien por ahí: “La luz excesiva, a veces impide ver lo que la oscuridad
revela”.
Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente.
Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe:
http://www.elcaribe.com.do/2014/05/21/correo-los-lectores
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