Eso que escuché, seguido resonó en mi interior y me acompañó durante un tramo de mi caminata, ya que vino a mí el recuerdo de cuando practicaba tai chi hace unos años. Ese recuerdo y lo escuchado me hicieron preguntarme por qué los humanos tenemos siempre que regirnos necesariamente por un líder si cada uno debe de ser su propio líder y además internamente somos diferentes, y lo que le resulta y equilibra a unos, no es lo mismo que necesariamente le resulta y equilibra a otros.
De hecho las diferentes disciplinas, religiones, partidos políticos, culturas, etc. se derivan de esas diferencias, de ahí que se hayan proliferado tanto y cada uno se engancha o somete a la que más le acomoda.
Este me recuerda un cuento clásico de la india que recientemente leí, aquí se los comparto:
Cada hombre una doctrina
“Era un discípulo honesto y de buen corazón, pero todavía su mente era un juego de luces y sombras y no había recobrado la comprensión amplia y conciliadora de una mente sin trabas. Como su motivación era sincera, estudiaba sin cesar y comparaba credos, filosofías y doctrinas. Realmente llegó a estar muy desconcertado al comprobar la proliferación de tantas enseñanzas y vías espirituales. Así, cuando tuvo ocasión de entrevistarse con su instructor espiritual, dijo: --Estoy confundido. ¿Acaso no existen demasiadas religiones, demasiadas sendas místicas, demasiadas doctrinas si la verdad es una? Y el maestro repuso con firmeza: --¡Qué dices, insensato! Cada hombre es una enseñanza, una doctrina.
El Maestro dice: Aunque haya muchas vías, en última instancia sigue tu propia senda interior”.
Pero vuelvo y me digo por qué tenemos que seguir a un movimiento artístico, social, cultural, deportivo, político, religioso o lo que sea, con especificaciones que surgieron porque alguien las determinó y le dio buenos resultados. Por qué enmarcarnos en una militancia y acogernos y atenernos estrictamente a ella, sin poder implementar nuestros propios cambios intuitivos, por qué todo tiene que ser tan mecánico y preestablecido, tan cerrado y limitante, por qué no simplemente seguimos libremente nuestra intuición y buscamos por nuestra cuenta nuestro punto de equilibrio interior. Que si bien se trata del mismo equilibrio, no es el mismo punto para todos, y cada uno lo consigue de forma diferente.
De ahí imagino que surgen los descontentos, amarguras y frustraciones, al no poder tener paz interior haciendo una cosa que a otros les produce tanta paz interior, nos sentimos impotentes, fracasados, nos dicen que lo estamos haciendo mal, que no es así, que debemos estar infringiendo las reglas, ya que tiene que resultarnos, las estadísticas no se equivocan, a fulano, a mengano, a zutano y a muchos más les resultó así, los que estamos mal somos nosotros, no hay por qué modificarle nada, y una larga retahíla mas de justificaciones absurdas.
Jesús improvisó y le funcionó a su manera, y es muy probable que sí haya caminado sobre las aguas y superado la muerte. A Buda le funcionó de otra manera, y también es muy probable que sí haya alcanzado la iluminación y desarrollado ciertas virtudes, a ciencia cierta solo ellos lo podían saber, a muchos otros de una u otra forma les funcionó también para sus propósitos y trascendieron.
El problema no necesariamente son los antiguos maestros ni sus metodologías, ellos hicieron la suya propia y la usaron bien, el problema estuvo en que los antiguos discípulos no entendieron, no hicieron su tarea bien ni implementaron su metodología propia, solo se conformaron con repetir las mismas enseñanzas y las mismas metodologías de sus maestros ancestrales.
Las instituciones, religiones, las iglesias y sus representantes, etc., se han encargado de transmitirnos el mismo error de los antiguos discípulos de generación en generación, todavía hoy en día nos hablan de los mismos escasos maestros, los de siempre, y se dedican a inculcarnos que hay que imitarlos y seguir sus métodos, parece increíble que a tantos siglos y supuestos avances y desarrollo a “todos los niveles”, se olviden de que tanto ellos como todos nosotros tenemos el potencial necesario para ser nuestros propios maestros y crear nuestras metodologías libremente, y también trascender.
Mientras seguimos como el papagayo o el loro, repitiendo para ser aceptados en la manada humana, sin saber en realidad por qué ni para qué lo hacemos, haciendo de discípulos cuando podemos ser maestros.
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