Se entiende por energía, la capacidad que tiene un
cuerpo o un sistema para realizar un trabajo o producir un cambio o una
transformación, hay varias acepciones y definiciones relacionadas con esta. Significa
vigor, fuerza, poder, dinamismo, etc. La teoría de la relatividad establece el
principio de conservación de la energía, según el cual, esta ni se crea ni se
destruye, solo se transforma.
La energía
pulula en todo el universo, en todo lo que nos rodea, y los seres humanos la
tenemos en demasía, aunque no siempre la usamos correctamente, y muchas veces
hasta consideramos que la desperdiciamos, el término correcto sería que no la
aprovechamos al máximo, ya que nunca se pierde, se transforma.
Ahora bien, algo
que sí es una gran realidad es que la malgastamos, la usamos inapropiadamente y nos pasamos la mayor parte de la vida usándola en grandes cantidades en el
tiempo incorrecto (o en el pasado, tratando de cambiar actuaciones que
irremediablemente ya no podemos cambiar, o en el futuro, proyectando
cosas en base a algo que no podemos asegurar que ocurra), o sea que, en lugar de distribuirla
correctamente, la redirigimos a zonas incapaces de aprovecharla.
Ese consumo excesivo de energía que se realiza a diario, sobre todo en estos tiempos, donde la competencia y las prisas imperan, nos está desgastando física y mentalmente en detrimento de nuestra salud y bienestar. De la relativa inercia en que vivíamos, pasamos abruptamente a un dinamismo difícil de sobre llevar, las consecuencias las estamos sufriendo ya, nos agotamos
energéticamente, sobre pasamos nuestra capacidad diaria de tanto renegar el
pasado y planificar el futuro y nuestra energía
va disminuyendo (como muestran las imagenes inferiores), se transforma en otros modos de energía no recuperables.
Aunque en realidad en el presente es donde consumimos esa energía, el gasto se siente mayor porque al producirla para realizar un trabajo, no la distribuimos uniformemente, invertimos una mínima cantidad para realizar el trabajo en el presente, la duplicamos para hacer cambios en el pasado y la triplicamos para conseguir transformaciones en el futuro.
Pero la cantidad de energía que duplicamos y triplicamos y que invertimos erróneamente, al disiparla se transforma en agonía, ansiedad e inconformidad, por ende en amargura e infelicidad, y aunque aparentemente todavía estamos felices y encantados celebrando el cambio, como el niño con su muñeco nuevo que todavía no descubre que se trata de “Chucky, el muñeco diabólico”, tarde o temprano despertaremos a la verdad y ojala que tengamos aun la suficiente energía para sacudirnos.
Harolina Payano. Fluyendo armoniosamente.
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