A medida que
crecemos y avanza nuestro aprendizaje de vida, nos damos cuenta de que somos
los responsables directos de ella, los creadores de nuestro destino y su
irremediable final, de nosotros depende que sea un buen final y feliz o que sea
caótico y desgraciado.
Poseemos algo llamado imaginación y acostumbramos a darle
rienda suelta sin prestar mucha atención a sus consecuencias inmediatas y
futuras. Fantaseamos, elucubramos y creamos en nuestra mente todo un laberinto
imaginario de sucesos y resultados, se nos hace la boca agua o nos paralizamos
de miedo, todo depende de lo fácil o difícil que resulte el laberinto creado y
de lo clara o engañosa que sea la
salida.
Lo cierto es que somos expertos adelantándonos a los
sucesos, y dependiendo de cómo los visualicemos, los gozaremos o sufriremos
antes de que en realidad ocurran, porque en nuestra mente, producto de la
imaginación, ya los damos por un hecho junto a los resultados y generalmente
las expectativas y el suspenso nos ahogan y roban energías, que luego nos harán
falta cuando los sucesos ocurran de verdad como son, no como los imaginamos o
creemos mentalmente.
Toda esta
confusión crea una maraña o laberinto donde cada paso que damos lo complica
más, se crea un sub laberinto y la salida se hace cada vez menos visible, mas
imposible e inalcanzable, y en lugar de llevar una vida armónica y equilibrada,
en espiral y en paralelo, como nuestro ADN, la complicamos tanto queriendo
ejercer controles que no nos corresponden, que la convertimos en espirales
defectuosas, retorcidas, que se entrecruzan unas con otras, se atascan, avanzan
y retroceden y terminamos formando laberintos con nudos existenciales tan complejos
y descabellados que por más que buscamos la salida no la encontramos.
A menos que nos
detengamos, nos aquietemos y empecemos a soltar y soltar nudos y ataduras
imaginarias de temores, riesgos, apegos, poder y ambición y dejemos de
elucubrar y adelantarnos a los acontecimientos y solo esperar a que los sucesos
ocurran como han de ocurrir, las cosas no dejaran de inquietarnos y agobiarnos.
Solo fluyendo en la dirección correcta, sin desesperarnos pero tampoco
durmiéndonos en nuestros laureles, seremos capaces de dejar de construir
laberintos intransitables donde solo existen montañas imponentes que nos
ocultan los hermosos valles.
Aunque no siempre las sorpresas resultan agradables,
en la mayoría de los casos es preferible recibirlas, a forjarnos falsas
expectativas y sufrir grandes decepciones.
Si no estamos
prejuiciados y llenos de laberintos imaginarios, las cosas se ven totalmente
naturales y autenticas, perfectas y diferentes.
Esta entrada fue publicada en el periodico El Caribe:
http://www.elcaribe.com.do/2015/02/24/correo-los-lectores
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