Sin duda que uno
de los pasajes más oscuros y tristes de la historia de la humanidad, fué la época
de la esclavitud. Si bien es cierto que existen muchas historias bellas de
respeto, solidaridad y amor en ella, no
es menos cierto que fué una época de dolor, deshonra e irrespeto al ser humano.
La pregunta es, ¿De
verdad se terminó?, me dirán que sí y así parece ser aunque todavía quedan
algunos vestigios de ella en algunos rincones del planeta.
La realidad es
que aunque ese tipo de esclavitud terminó, la verdadera esclavitud no ha
terminado ni terminará hasta que la muerte nos rescate y nos liberemos del
cuerpo.
El cuerpo es
siempre un esclavo, el alma es libre mientras no esté encerrada en el cuerpo, o
sea, cuando morimos, o cuando dormimos profundamente y salimos de nuestro
cuerpo temporalmente, o simplemente nos desconectamos mentalmente de él, su
libertad es relativa pues en este plano está limitada por el cuerpo.
Somos auténticos
esclavos y mientras no lo aceptemos del todo, seguiremos sufriendo calladamente
o a viva voz jugando a ser libres. Sí, mis queridos lectores, somos esclavos de
la vida y sus consecuencias mientras estemos vivos.
Somos esclavos
del tiempo y la edad, del aire que contaminamos y aún así estamos en la obligación
de respirarlo continuamente una y otra vez, esclavos del hambre y la sed (nuestras
necesidades fisiológicas de absorción) que deben ser saciadas para subsistir, esclavos
de nuestras necesidades fisiológicas de desechar las toxinas, de nuestro género sexual
y las obligaciones, responsabilidades y necesidades fisiológicas que encierra, de
nuestra necesidad psicológica y espiritual de amar y sentirnos amados, esclavos de
las elecciones que hacemos a diario y sus inevitables consecuencias, del
pensamiento, de los sentimientos y las emociones, del placer, del día y de la
noche, de los cambios climáticos y las estaciones del año, de la familia, de
los amigos, del entorno y la comunidad, esclavos de la sociedad, su organización
y leyes, su cultura, sus tradiciones, del trabajo, del jefe, de la política,
del gobierno, del dinero, …, la lista puede parecer infinita, pero nuestra
mayor esclavitud radica sobre todo en nuestro ego y en la ambición de dinero
y el estatus y poder que creemos que nos da. Pero recientemente algo ha ocupado
un lugar privilegiado en el listado, la tecnología,
que ha revolucionado por completo el mundo de hoy, con un sinfín de cosas positivas
y un número muy inferior, pero muy inferior en cantidad, de cosas negativas aunque en potencialidad y en apariencia se vean más, por los efectos devastadores que provoca su uso
equivocado y contaminado de sentimientos negativos y ambición y por la propaganda que se
hace de estos.
Pero no
desmayemos, la buena noticia es que esta
esclavitud la escogimos nosotros mismos, para enriquecer nuestra alma y
ayudarla en su evolución, además es temporal, por más aferrados que estemos a
la vida, la muerte nos rescatará de ella, que aparentemente nos cuesta tanto abandonar
y nos negamos a aceptar el rescate. Supongo que la negativa se debe a que sabemos
que no hemos completado nuestra evolución y tendremos que retornar nuevamente a
padecer en otro cuerpo, ¡Que fastidio! ¿No?, con razón nos negamos a morir y generalmente
se le teme tanto a la muerte.
Reconozcamos y aceptemos
la esclavitud del cuerpo con alegría y amor, para que nuestra alma pueda
sentirse libre y fluir con armonía y nuestro espíritu se ennoblezca y se eleve
al infinito con gracia y magia encantadoras.
Deseo que puedas
completar tu evolución en esta vida.
Aclaración: para mí, el
alma es lo que en realidad somos, y usamos el cuerpo como vehículo en este
plano para manifestarnos, el espíritu es la esencia del alma, está dentro de
esta, es como su corazón, al menos así lo creo.
Harolina P. Fluyendo armoniosamente.
Un extracto de esta entrada fue publicado en el periódico El Caribe:
http://www.elcaribe.com.do/2016/04/07/correo-los-lectores
Pedimos excusas si alguna imagen usada tiene derecho de autor, al avisarnos la retiraremos.
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