A propósito de la situación actual y el encierro que una gran parte de la población mundial estamos viviendo, han surgido muchas cosas, una de ellas es que como hemos parado nuestro acelerado ritmo de vida y con él, el alto nivel de consumismo innecesario y grado de contaminación ambiental, que el aire luce más limpio desde los satélites que siempre nos monitorean y vigilan.
No sé si es cierto o no, así como tampoco sé si la contaminación interna que le estamos infringiendo al planeta también habrá cesado un poco. Lo que sí parece cierto es que de seguir transitando al ritmo que lo hacemos, nos veremos obligados a abandonar el planeta, o a morir masivamente en él, pero eso sí, nunca junto con él, pues el nunca morirá, después de un largo período de desintoxicación y limpieza, resurgirá y recobrará su belleza y riqueza, el simple hecho del cese de la mano despiadada del hombre y su devastadora ambición, le dará un respiro que le permitirá recomponerse y renacer, y afirman que ya se está viendo.
Muchas personas están trabajando desde la casa, otras están tomándose esto como unas vacaciones pero sin salir a la calle, y el resto, lo toma como puede, un día regular, otro día mal y la mayoría de los días resignados.
Para mí ha sido algo muy familiar este encierro ya que salgo poco y es prácticamente mi estilo de vida, con la diferencia de que lo hago por gusto, no por imposición como ahora, ni con el agravante de que podría significar un drástico fin de la humanidad el salir afuera. Particularmente adoro estar en la casa y evito las calles, son un fastidio para el espíritu, a no ser que sean espacios abiertos y rodeados de la naturaleza. Pero reconozco que la mayoría no es así, es todo lo contrario a mí, y para ellos esto ha sido un horrible viacrucis.
Lo que sí debemos tener bien claro es que el resultado de todo esto, definitivamente nos obligará a cambiar nuestra forma de vivir, ser y actuar, y no descarto también un cambio de escenario (de planeta). Con esa idea en la cabeza no es difícil imaginarse un panorama parecido al de la siguiente imagen, una tierra devastada, árida y desolada, en la que los planetas cercanos se aproximan y hacen presencia con una alegre danza para reanimarla, al ver que ha desaparecido el gran verdugo humano de la faz de la Tierra. Con esta danza de amor, de por sí sanadora, ayudarían al planeta Tierra a regenerarse, es como decir que han recuperado el hermano perdido, y aunque está mal herido, saben que sanará gracias a su acompañamiento.
No sabemos de qué va todo esto que nos atacó de repente y nos tomó por sorpresa, y pensar que manos humanas y criminales están detrás de esto, es un crimen más horrendo aún, pero los actos son como un boomerang, regresan multiplicados hacia las manos y la mente que los ejecutaron y dieron cabida. Podría resultar el tiro por la culata, o sea, que queriendo hacer daño y causar un mal, las cosas vayan para mejor, eso es lo que fervientemente creo y espero que resulte de todo esto.
Para los que creen en la historia de Jesús, si Judas no lo hubiera traicionado, probablemente no lo habrían crucificado y luego resucitado y nadie lo estaría recordando ahora. O sea que, los Judas, son parte importante y decisiva en la historia de la humanidad, gracias a ellos hay revoluciones interiores y cambios a mejor.
Mientras todo esto ocurre, aprovechemos el tiempo, pero no para trabajar y seguir engordando al cerdo, sino para acelerar nuestro renacer de consciencia y espíritu; hagamos menos y seamos más, deseemos menos y sintamos más, quejémonos menos y agradezcamos más, odiemos menos y amemos más... Adentrémonos y encontraremos la salida.
Revisarnos como si pasaran una película de nuestra vida, mirarla sin juzgar y agradecer cada imagen que vemos. Esto nos prepararía para lo peor (el contagio) y también para lo mejor (superarlo y ser parte del cambio).
Evitemos que la maldad triunfe y se salga con la suya, que se propague, podemos contrarrestarla vistiéndonos de luz y serenidad, de condescendencia y solidaridad, vibremos en alta frecuencia, en sintonía con el amor y la verdad, esa que nos regala una deliciosa libertad.
No nos quedemos en las lamentaciones, en las pérdidas, en las causas y el por qué, en lo que pudo haber sido y no podrá ser, vayamos más lejos de las apariencias y seamos capaces de vislumbrar un final feliz.
A pesar de las muertes que esto deje, a pesar de las angustias y separaciones, de todo lo que los medios nos hacen llegar, más allá hay un sentido único, valioso y renovador, que nos hará encausar esta nave llamada Tierra y esta tripulación de seres humanos que hace muchos años perdieron su norte, pero que muy pronto lo volverán a encontrar.
Lamentablemente no todos sobreviviremos, muchos, antes de esto, han partido ya, cumplieron su misión. La tristeza y el llanto no nos ayudarán, tampoco la indiferencia y el egoísmo, hagamos nuestro mejor enlace espiritual y sumémoslo a esta noble causa, reformular nuestra existencia como colectivo humano y permitir la restructuración del planeta.
No veamos esta situación como una tragedia, si no más bien como una última oportunidad, pensemos que esto no es una guerra, ni una crisis económica, política o social, si no más bien una transformación a nivel colectivo mundial, pero no para convertirnos en robots y manipularnos más, como probablemente se haya tramado, si no como una revolución almica, para volver a ser libres y recuperar nuestra auténtica felicidad.
Basta de miedos y lamentaciones, saquemos la cabeza de la tierra, alcemos la mirada y dejemos atrás la esclavitud...
Después de la tormenta viene la calma, ojalá y sepamos apreciarla y no hacer olas.
¡Celebremos que el cambio, se avecina ya!
Esta entrada fue publicada en el periódico El Caribe:
https://www.elcaribe.com.do/2020/04/04/celebremos-el-cambio/
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